Gobierno de España

El ala oeste de La Moncloa por Gabriel Elorriaga

Mariano Rajoy será el sexto presidente del Gobierno de la más reciente etapa democrática. Protagonizará en las próximas semanas el cuarto relevo decidido por los españoles directamente a través de su voto y de esa manera, mediante la alternancia democrática, se ratificará de nuevo la plena consolidación institucional de nuestro país.

Rajoy en agosto de 2000, cuando ocupó el cargo de vicepresidente primero y ministro de la presidencia en La Moncloa
Rajoy en agosto de 2000, cuando ocupó el cargo de vicepresidente primero y ministro de la presidencia en La Moncloalarazon

Quedan más de tres semanas hasta el próximo 13 de diciembre, día en que se constituirán las Cámaras y se abrirá así el proceso de investidura que tomará todavía unos cuantos días más. Contrasta la agilidad de nuestro recuento con la exasperante lentitud posterior, más aún cuando el resultado es claro y los problemas a resolver son inmensos y urgentes. Un mes es demasiado tiempo para materializar lo que los españoles han decidido con rotunda nitidez e, inevitablemente, en esta ocasión la realidad va a exigir una transferencia ordenada del poder mucho más explícita que en ocasiones anteriores. Ante los españoles y ante el mundo Rajoy es el presidente del Gobierno desde hoy mismo, más aún cuando el naufragio del partido socialista anuncia el comienzo de una larga etapa de ensimismamiento.

Sus primeras tareas son dos: precisar su programa de gobierno, que quedará finalmente plasmado en el discurso de investidura, y elegir al equipo que le acompañará en el Consejo de Ministros para afrontar este inmenso reto. Lo primero no puede esperar cuatro semanas. A partir de ahora, cada minuto acarreará una decisión relevante; sus gestos, sus palabras, sus declaraciones, sus silencios, son ya decisiones del presidente y así serán interpretados. Lo segundo, el equipo, es igualmente trascendente. Un asesor, descarado y novato, ante una circunstancia análoga a la que afrontará Rajoy en los próximos días, se permitió apuntar al entonces presidente del Gobierno lo que es una obviedad: «Nombrar un ministro es tan fácil como escribir su nombre en un papel; cesarlo es abrir una crisis de Gobierno». Nadie le tiene que explicar eso a Rajoy, lo conoce de primera mano, lo ha visto y lo ha vivido; pero ahora le toca ser el protagonista, le toca decidir.

La agenda del presidente electo se transforma desde el primer instante. No es lo mismo saber que muy posiblemente gobernará en breve a tener la certeza de que será así. Docenas de jefes de Estado y de Gobierno habrán llamado ya la noche pasada a Rajoy para transmitirle su enhorabuena, expresarle sus mejores deseos y, sobre todo, para trasladarle un primer paquete de problemas a resolver. Centenares o miles de compatriotas comenzarán hoy mismo a urgirle con los más diversos asuntos y Rajoy, y todos los que más de cerca le acompañan, comenzarán a experimentar una tensión que ya no les abandonará hasta que dejen en un futuro distante sus responsabilidades. Es la meta perseguida durante años, es el objetivo de todos los que poseen una verdadera vocación política. Sólo un ingenuo irresponsable puede afirmar que gobernar un país es fácil, que está al alcance de cualquiera, pero por fortuna hay quienes –como Rajoy– han dedicado su vida entera a estar en las mejores condiciones para afrontar ese desafío.

En esta ocasión todo se va a desarrollar con velocidad de vértigo. Los plazos formales quedarán superados, sobre todo, por las urgencias derivadas de la crisis económica, y las decisiones fluirán desde los primeros días. El presidente electo tendrá que multiplicar sus contactos nacionales e internacionales, al tiempo que perfila los equipos y prepara los primeros paquetes de reformas. Para Nochebuena habrá nuevo presidente en La Moncloa y con él desembarcarán allí varias decenas de personas: su gabinete, sus personas de apoyo, su área de comunicación. Ahora, desde el primer instante, nos toca trabajar para salir de la crisis y retomar una senda de libertad y prosperidad para España.

 

Gabriel Elorriaga
Diputado del PP