España
Salir del agujero por José María Marco
El intento del PSOE de reprobar a José Ignacio Wert como ministro de Educación sería grotesco si no reflejara una realidad lindante con la tragedia. Tragedia en el sentido estricto, no sólo en cuanto a los efectos de la legislación socialista de enseñanza, que viene rigiendo en España desde los años 80 y ha conseguido colocarnos en el número 26 (de 34) en el informe PISA y a la cabeza del fracaso escolar (uno de cada tres jóvenes deja la enseñanza) y del paro juvenil, que ha alcanzado el 52,34%, lo que equivale a un total de 970.200 jóvenes sin trabajo.
El titular de primera página de LA RAZÓN de ayer ponía, efectivamente, el foco donde hay que ponerlo. Al subrayar que los estudiantes menores de edad ya no van a poder declararse en huelga, indicaba hasta qué punto la política socialista ha ideologizado el sistema educativo. Este no sirve para enseñar, ni para formar una ciudadanía responsable y solidaria, ni para preparar a los jóvenes para un mercado laboral global y ultracompetitivo. Sirve para inculcarles unos supuestos derechos que les llevan a convertirse en mano de obra barata, ignorante, embrutecida y –esto es casi lo peor– con la buena conciencia que da el estar convencidos de que se les debe todo. Habrá que decirlo: la educación socialista ha ido directamente a destruir las bases de una España próspera, de ciudadanos libres, capaces de asumir las consecuencias de sus actos.
Así como no hay por qué abandonar la palabra «ciudadanía» al léxico socialista, el ministro Wert hace bien en negarse a afrontar esta realidad educativa con un proyecto ideologizado. El abismo de zafiedad y estupidez en el que hemos caído necesita, antes que nada, sentido común. Dicho esto, no hay que dejar de explorar los muchos y muy variados instrumentos que existen. Uno de ellos es la puesta en práctica de evaluaciones externas, que, como está comprobado, permiten calibrar y mejorar la calidad de la enseñanza. Otro puede ser la elección de centro educativo por los padres, tal y como prometió el PP en su programa electoral: esto no es ideología; es abrir un margen de libertad y, a medio plazo, la mejor evaluación posible del funcionamiento del sistema. Además, está la creación de un Bachillerato y una Formación Profesional auténticos, de amplitud suficiente, que den a los estudiantes la oportunidad de formarse y superen la condición de mero trámite que conduce al desempleo. La situación económica no permite grandes cosas, pero todo lo que sea evitar la pérdida de tiempo y el derroche de posibilidades que ocurre ahora mismo, con la infantilización de los jóvenes hasta los dieciocho años, será importante. Si se emprende de verdad la reforma, será histórica… e irreversible.
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