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España en la nueva UE por José Clemente
La España de Zapatero dio paso ayer a la España de Rajoy en plena cumbre europea de Marsella, donde se decidía buena parte del futuro de la UE y se produjo, con todo pronóstico, la quiebra de confianza de los «euroescépticos» ingleses. La crisis interna no sólo deja en soledad al «premier» David Cameron, sino que también le deja en solitario frente a una buena parte de la sociedad británica, especialmente la laborista, que no duda en criticar la endogamia política de los nuevos dirigentes del Reino Unido. No se trata del «cheque británico» que impuso Margaret Thatcher y que obligaba a la UE a devolver a Inglaterra buena parte de las ayudas del Reino Unido al desarrollo comunitario, sino de algo más, pues el Reino Unido, que debería ser piedra angular de la nueva Unión, ha optado por alejarse de ésta en beneficio de sus intereses creados en la llamada city, que no debemos olvidar que es el centro financiero desde el que operan muchos especuladores de las agencias de calificación. El papel de la España de Rajoy, que ya ha empezado, no deja de ser desde el punto de vista político tan complejo como apasionante. Complejo porque debe convertir a nuestro país en el diamante cuyas aristas toquen numerosas políticas bilaterales y comunitarias; bilaterales con los países de nuestro entorno (Marruecos, Libia, Túnez, Argelia...) y, comunitarias, en plena referencia al desarrollo de asuntos como la inmigración, la agricultura, las fronteras del Sur de Europa y las políticas insulares junto a Portugal e Italia. Y digo también que no deja de ser apasionante porque eso es la UE de la política en relación a las personas y las economías que menos amenazan al desarrollo actual de nuestra Unión y que a de hacer de nuestro país un lugar estratégico para el control de los mares del Sur de la UE (Atlántico, Mediterráneo y la navegación hacia el Sur del Canal de Suez). Esto es complejo y apasionante, pero le otorga a España un papel y una capacidad de influencia en la nueva Europa que no hemos sabido aprovechar estos últimos años, o que nuestros gobernantes no han querido aprovechar por su estrechez en la llamada Alianza de las Civilizaciones, que finalmente pasará a la historia como uno de los mayores fracasos en geoestrategia política. Llegan tiempos nuevos para la UE y no fácilmente digeribles, porque todos ellos están circundados por ese cordón de la austeridad, el ahorro, las cosas bien hechas, la autoridad de nuestra moneda en nuestros mercados y la definición de nuestro espacio territorial a 15, 20 ó 27 países que conformarán finalmente la nueva Unión. Tiempos difíciles que convertirán a nuestro país, si hacemos las cosas bien, en parte de la columna vertebral de la UE para los próximos años en los que se diseñará la nueva UE y ahí debemos estar con toda altura de miras y responsabilidades y eso empieza dando ejemplo de nuestra solvencia y nuestro compromiso. Como dijo ayer el portavoz y consejero de Universidades, José Ballesta, la España de Rajoy en la UE puede representar un lujo o un fracaso estrepitoso para nuestro país y no debe ser esto último porque las políticas que inspiran al futuro presidente español son las de compromiso absoluto para salir adelante y superar la crisis en la mejor de las condiciones posibles. El europeísmo de Mariano Rajoy no alberga dudas de ningún tipo, pero sí obliga a nuestros dirigentes a sacar la mayor de la rentabilidad posible a nuestro compromiso. Y eso empieza porque seamos más respetados y nuestras decisiones y aportaciones mucho más consideradas por el resto de dirigentes de la UE.
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