Londres

La alerta se traslada de Londres al resto del país

El sol no había caído aún y las calles de Londres ya comenzaban a vaciarse. Las tiendas de calles tan emblemáticas como Oxford Street y zonas turísticas como Covent Garden cerraron poco después de las seis de la tarde, mientras los 16.000 policías que el primer ministro, David Cameron, decidió desplegar por toda la ciudad disuadían a los potenciales vándalos de repetir escenas como las vividas en las noches anteriores.

 
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La madrugada londinense fue tranquila, pero los ecos de los disturbios que comenzaron hace cinco días a raíz de la muerte de un joven a manos de la Policía en el barrio capitalino de Tottenham, sonaron con más fuerza que nunca en otras ciudades del país como Birmingham, Manchester, Liverpool, Bristol, Leeds o Nottingham, e incluso alcanzaron a otras localidades que hasta entonces permanecían ajenas a las revueltas, como West Bromwich, Gloucester o Leicester.

En Manchester, la tercera ciudad británica más visitada por los turistas extranjeros, se registraron los enfrentamientos más graves de la madrugada del martes. Cerca de 2.000 jóvenes salieron a las calles para saquear e incendiar las tiendas mientras la policía intentaba contener a un grupo de violentos que, encapuchados y enmascarados, se organizaron para perpetrar asaltos y robos por toda la ciudad.

En Birmingham, la segunda ciudad más poblada de Inglaterra, se registraron 163 detenciones en una segunda jornada de violencia que se saldó con la muerte de tres hombres asiáticos atropellados por un coche mientras intentaban evitar el saqueo de su comercio. Un hombre de 32 años fue detenido y está siendo investigado por la Policía bajo sospecha de asesinato.
Liverpool, al norte de Inglaterra, amaneció con coches quemados y escaparates destrozados, y hubo 50 detenciones.

A medida que pasan los días, cada vez resulta más difícil encontrar una explicación a lo que ocurre en Inglaterra. Más aún cuando la mismísimo Policía Metropolitana, Scottland Yard, está constatando que a los «jóvenes vándalos», de entre 14 y 17 años, que protagonizaron las primeras revueltas y saqueos se les han unidos todo tipo de personas con distintos perfiles, desde grupos de mayor edad y «más organizados» hasta individuos que de manera «espontánea» deciden aprovechar la oportunidad para hacerse con un aparato electrónico, un par de zapatillas o una nueva bicicleta.