Valencia

La grata sorpresa de Jordan

Ciclo de IbermúsicaObras de Mendelssohn, Chopin y Schumann. Piano: N. Goerner. Orquesta de la Suisse Romande. Director: M. Janowski.Obras de Mahler. Barítono: T. Hampson. Gustav Mahler Jugendorchester. Director: P. Jordan. Auditorio Nacional, Madrid

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No hubo brillo especial en el concierto de Marek Janowski con la Suisse Romande, fundamentalmente porque la agrupación no está al mismo nivel de otras que pasan por Ibermúsica. Curioso es recordar que su director de 1985 a 1997 –quizá en la última buena etapa– fue Armin Jordan, padre del joven de 36 años que iba a protagonizar el siguiente concierto de Ibermúsica y que dejó un extraordinario recuerdo en el Real con un «Pelleas et Melisande» que ya veremos si logra igualar Sylvain Cambreling la próxima temporada. Sonó descafeinada la obertura de «Las hébridas» de Mendelssohn y tuvo más fuerza que detallismo la «Cuarta» de Schumann. Resultó tarea imposible para el argentino Nelson Goerner competir con el Sokolov del día anterior, que sonaba más en solitario que el pianista argentino con toda la orquesta.

Thomas Hampson siempre es reclamo, aunque la voz no esté ya como cuando ofreció un ciclo Mahler en la zarzuela años ha porque ha perdido timbre y la maneja con algún truco que otro, típico de los veteranos. Abrió la sesión cantando directamente, con gran clase, seis de los doce lieder de «Des knaben wunderhorn» más el de propina, aunque hubiéramos deseado que la orquesta le hubiera acompañado con mayor contención sonora. El buen recuerdo de Jordan en un «Buque fantasma» en Berlín hace ocho años se confirmó en su trabajo con la «Titán» mahleriana.

Dirigir con las manos
Dirigió sin partitura y sin batuta en momento alguno, con manos de gran expresividad. Es algo raro hoy día. Realizó una lectura de la que emanaba personalidad, de tempos sosegados, buscando el jugo de cada frase cuidando la dinámica para conseguir una construcción arquitectónica perfecta del piano al mayor fortísimo. Tenía un instrumento maravilloso por la calidad y el entusiasmo de los jóvenes componentes de la Mahler Jugendorchester, con vientos, metales –¡qué ocho trompas, capaces de difuminarse en un hilo sonoro!– y percusión admirables. Por todo ello las aclamaciones recordaron las tardes de las grandes figuras como Abbado. Jordan no aceptó hace años la titularidad de la ópera de Valencia, ahora lo es de la Bastilla parisina.