Historia
La hora de Tarragona
La futura sede de los Juegos Mediterráneos de 2017 conjuga un impresionante legado de la época romana con un coqueto pasado medieval y una sugerente presencia modernista.Y todo ello a un paso de Port Aventura, el parque temático más espectacular de España
Cuenta la leyenda que el dios Júpiter abandonó a su esposa, la mortal Tíria, al enamorarse perdidamente de la ciudad de Tarragona. No es más que una fábula, sin embargo, al recorrer la ciudad resulta factible llegar a creérse a pies juntillas el hermoso mito. Y quizá algo parecido es lo que le ha ocurrido al Comité Olímpico Internacional, que esta semana ha designado la ciudad como sede de los XVIII Juegos Mediterráneos, que tendrán lugar en 2017.
Aunque aún queda un largo trecho por recorrer hasta lucir los aros olímpicos, la urbe ya muestra su mejor cara, dispuesta a recibir a viajeros y deportistas. Digna heredera de la Tarraco imperial en la que residió el emperador Augusto, la ciudad actual deja boquiabierto al visitante al conjugar su legado de romanidad y sus ancestros medievales con joyas modernistas y playas de arena fina. No en vano, Tarragona fue declarada por la Unesco en el año 2000 Patrimonio de la Humanidad.
Y a pesar de todo, la discreción es, probablemente, el mejor adjetivo que define a Tarragona, pues aún es una desconocida para muchos. Pero por poco tiempo, ya que se espera que la celebración de los Juegos Mediterráneos sea el trampolín definitivo de una ciudad que no defrauda ni a los más exigentes.
En nuestro recorrido por la urbe resulta imposible no darse de bruces con la antigua muralla romana que cerca el casco antiguo. Una vez cruzada ésta, el circo, donde se celebraban las vibrantes carreras de cuádrigas, o el anfiteatro, escenario de espectáculos populares como las luchas entre gladiadores y fieras salvajes, son dos paradas obligadas en el viaje por la antigua puerta de Hispania. Sin embargo, el perfil de la ciudad queda marcado por la silueta de la catedral, que a pesar de estar construida al gusto románico, combina elementos propios del gótico.
Pero en Tarragona no todo es romano. De hecho, la ciudad no puede entenderse sin su pasado árabe, que se extendió a lo largo de cuatro siglos. La huella de aquella época se deja sentir en el barrio hebreo, que serpentea entre pequeñas callejuelas dentro de las murallas y alrededor de la catedral de Santa María.
La ruta por la ciudad catalana debe continuar por la cara más moderna de la urbe. La Casa Castellarnau, del siglo XVIII; la Casa Salas, construida en 1907; el Teatro Metropol o el Mercado Central, eregidos a principios del siglo XX, son citas obligadas para palpar la esencia modernista.
Después de tanto deambular, el relax llega, como no podía ser de otro modo, de la mano del mar Mediterráneo. La Rambla Nova es el mejor itinerario para encontrarse con el agua salada, aunque resulta imprescindible soltar los zapatos, remangarse los pantalones y caminar por la orilla. La energía del Mare Nostrum, apacible y sosegado, hace el resto.
Diversión por el mundo
Lejos del espíritu mediterráneo que se respira en el corazón de Tarragona, a apenas unos 10 kilómetros de la capital nos espera una aventura puramente anglosajona, y no apta para cobardes, ya que Port Aventura, el parque temático más espectacular de España, está totalmente revestido de los terroríficos aromas y sabores de Halloween.
Al cruzar la puerta del parque resulta obligado despojarse del miedo y de los complejos. Para hacer la tarea un poco más sencilla, cerca de 12.000 simpáticas calabazas de más de diez variedades distintas nos dan la bienvenida, pero lo cierto es que si hemos venido hasta aquí es porque el cuerpo nos pide soltar adrenalina y sentir cierto terror. Deseo cumplido. Sin necesidad de pronunciar la célebre frase de «truco o trato» que tanto se utiliza al otro lado del Altántico, en pocos pasos obtenemos nuestra ansiada recompensa.
Woody, la entrañable mascota de Port Aventura, nos recibe con su aspecto más tétrico y acompañado de una fascinante «parada de los monstruos». Empieza el espectáculo. Y ya es hora de dar el primer grito, o varios, pues la atracción Furius Baco pasa de cero a 135 kilómetros hora en tan sólo tres segundos, razón más que suficiente para desgañitarse. Al bajar, aunque nos tiemblen las piernas, el camino debe continuar hacia el Far West. Allí, esqueletos, cuervos y enormes telarañas nos invitan a cruzar un área donde los desconcertantes chillidos son la banda sonora. Bajo las tablas de la Stampida, una trepidante montaña rusa hecha a base de madera, nos espera «horror in Penitence», un pasaje del terror no apto para cardíacos. Y si alguien se queda con ganas de más, hay que esperar a que caiga el sol y adentrarse en «la selva del miedo», un imponente pasaje del terror al aire libre que resulta, simplemente, impactante. Los pequeños de la casa también tienen su correspondiente ración de sustos en Sésamo Aventura, el área familiar del parque inspirada en el universo de Barrio Sésamo, pues Epi, Blas, Coco, Triki y todos sus amigos se visten con sus mejores galas al más puro estilo de Halloween.
Ya sea con calabazas o sin ellas, cualquier visita a Port Aventura debe incluir una subida al cielo. Y para ello hay que subir al Hurakan Condor, con una caída libre de casi 90 metros, y, por supuesto, al mítico Dragon Khan, la montaña rusa más grandiosa que, a pesar de sus ocho looping, en 2012 perderá su hegemonía, pues esta misma semana el parque ha puesto la primera piedra de lo que será la atracción más grande de Europa. Excusa pefecta para regresar a Tarragona el año próximo.
Espíritu olímpico
Tal y como está concebido el proyecto Tarragona 2017, la celebración de los Juegos Mediterráneos serán el vehículo a través del cual la ciudad podrá entrar de lleno en el siglo XXI y el mejor escaparate de la urbe ante la atenta mirada de los países vecinos. Como representante del Comité Olímpico Español, Tarragona tiene ante sí el reto y la responsabilidad de demostrar una vez más la capacidad organizativa de este país en los grandes acontecimientos deportivos. Y el legado no será menos importante, ya que permitirá dotar a la ciudad de equipamientos deportivos de primera línea, adecuados a las dimensiones de Tarragona, y de los cuales se beneficiarán todos sus habitantes después de la competición. Asimismo, permitirá mejorar las instalaciones deportivas ya existentes, comportará un gran impulso para la ya de por sí importante red de comunicaciones del territorio (el puerto, el aeropuerto y el tren de alta velocidad ) y propiciará la realización de los grandes proyectos de la ciudad, como la remodelación de la Fachada Marítima.
Y todo ello bajo un espíritu olímpico que une tanto a profesionales del deporte como aficionados, grandes y pequeños de la casa que tendrán una ilusión común.
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