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ANÁLISIS: La amenaza de los ayatolás Farid Zakaria

La Razón
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El debate en todas partes estos días trata sobre la fortaleza de Irán. Mitt Romney, el candidato favorito republicano, describe a Irán como «la amenaza más grave a la que se enfrentará el mundo durante la próxima década». Él y otros más están impresionados por las recientes manifestaciones de Irán acerca de su capacidad nuclear y sus pruebas balísticas. Newt Gingrich ha comparado el desafío iraní con el ascenso al poder de Hitler en Alemania. Contertulios más moderados también perciben la influencia y el creciente poder de Irán en todo Oriente Próximo. La crónica real dice que Irán es débil y se está debilitando. Las sanciones han hecho que su economía entre en barrena. El sistema político está fracturado y se rompe cada día más. Fuera, su aliado más próximo, Siria, se está viniendo abajo por su cuenta. Las monarquías del Golfo Pérsico han hecho piña contra Irán y han consolidado sus relaciones con Washington. Hace dos semanas, Arabia Saudí cerraba la mayor compra de armamento estadounidense de la historia. Mientras tanto, Europa está a punto de aprobar una batería de sanciones todavía más fuertes contra Teherán. La reacción de Irán a las posibles sanciones que abarquen sus exportaciones de crudo manifiesta su desesperación. En los últimos días, el vicepresidente iraní y uno de sus almirantes amenazaban con bloquear el estrecho de Ormuz.

Pero un alto mando de la Guardia Revolucionaria se desdecía rápidamente, explicando que Teherán no tiene ninguna intención de impedir la circulación por el estrecho. Sería demencial hacerlo porque Irán lo sufriría más que ningún otro país. Bloquear el paso por el estrecho redundaría en la clausura total de la actividad importadora y exportadora iraní. Estas discrepancias públicas forman parte de la dispersión del sistema político iraní. Hace solamente dos años, Ahmadineyad era aliado del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei. Ahora son rivales. El clero está dividido y está perdiendo poder. Nada de esto insinúa estabilidad política ni fortaleza.

En tanto, el programa nuclear de Irán está haciendo progresos. Esto es inevitable: la tecnología nuclear data de 70 años atrás; Irán cuenta con una importante comunidad científica, y considera el programa nuclear un emblema de la seguridad y el orgullo patrios. Pero ¿pensamos en Corea del Norte como una entidad igual de fuerte y pujante por tener unos cuantos dispositivos nucleares rudimentarios? La Administración Obama parece haber llegado a la conclusión de que el régimen iraní no está preparado ni es capaz de llegar a una reconciliación estratégica con Occidente. El régimen está demasiado atomizado y Jamenei, la autoridad última, es demasiado rígido a nivel ideológico. Así que, por ahora, Washington desea incidir en la presión sobre Irán, con la esperanza de que en algún momento obligue al régimen a acceder a negociaciones reales.

Esta estrategia es comprensible. Pero también se expone a utilizar presiones que puedan cobrar rumbo propio, con explosivas consecuencias. El precio del crudo está subiendo en medio de una crisis global solamente a causa de estos riesgos políticos. Sin una estrategia cuidadosamente calculada, los riesgos aumentarán. Los países débiles cuyos regímenes se enfrentan a presiones pueden crear más problemas a veces que las naciones fuertes.

Farid Zakaria
The Washington Post Writers Group