Murcia

OPINIÓN: Imágenes terribles

La Razón
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Acabo de ver A Serbian Film, la polémica película por la que el director del Festival de Sitges ha sido imputado por exhibición de pornografía infantil. Lo confieso, se me ha quedado un mal cuerpo que no puedo con él. La escena de la violación al recién nacido es desagradable a más no poder. Y hay otras muchas que no le van a la zaga y han conseguido revolverme el estómago. La película es un disparate, una obra repulsiva y terrible, pero, desde luego, de ahí a ser catalogada de pornografía infantil va un largo trecho. Es una película gore, no una snuff. Es decir, es ficción, no verdad. Es tremendamente desagradable, pero no deja de ser una película. Una obra que, además, se muestra en un contexto propicio para este tipo de filmes, el Festival de Sitges. Nadie está obligada a verla. No es pornografía: no se distribuye como tal, no se muestra como tal, no se produce como tal. Nadie es violado, ni violentado. Es tan sólo una historia. Otra cosa, claro está, es la utilización que cada uno pueda dar a las imágenes. Pero ante eso poco se puede hacer. Cualquier imagen es susceptible de ser usada como pornografía, desde una foto de comunión hasta un vídeo de familia. Son los peligros que tiene lo visual. Pero la prohibición de ciertas imágenes –sobre todo cuando éstas circulan en ámbitos no aptos para todos los públicos– nos lleva peligrosamente hacia un talibanismo visual cercano a la iconosclastia, algo ciertamente peligroso. Y hablando de peligros, mucho más pernicioso –y, desde luego, más pornográfico– es lo que se ve todos los días y a todas horas en televisión bajo la forma de la telerrealidad. Eso sí que habría que mirarlo con cuidado.