Castilla y León
Preguntas sin respuestas por Víctor M Paílos
Yo no tengo la respuesta a las preguntas de la vida: ¿es que alguien puede tenerla? Lo que sí me gustaría es ser yo mismo una parte de la respuesta a estas preguntas. Cada uno de nosotros es, de un modo u otro, parte de estas preguntas: el que pregunta, aquel por quien los demás preguntan o uno mismo se pregunta. Pero cada cual puede ser, además, una parte de la respuesta y no ya únicamente de la pregunta. Y es que hay preguntas en la vida a las que sólo se puede responder con la vida. Hay preguntas en la vida a las que solo uno mismo puede dar respuesta. Cada cual la suya: no hay dos vidas iguales porque no hay dos maneras iguales de responder a esta clase de preguntas.
Martin Buber, el gran pensador judío, sostuvo, al principio de su obra «Yo y tú», que son estos dos pronombres personales, yo y tú, las únicas palabras que los seres humanos decimos con toda el alma. Y yo así lo creo. La respuesta a las preguntas para las que no tenemos respuesta la recibimos de los demás. Y la recibimos no porque el otro nos la dé, ya formulada, sino porque el otro es, él mismo, la respuesta silenciosa que buscábamos sin saberlo. Lo mejor, lo más hermoso que los seres humanos podemos dar a nuestros semejantes es, antes que la palabra, el silencio. Solemos decir, a veces, cosas como «te doy mi palabra». Pero deberíamos darle un sentido a la expresión «te doy mi silencio». Antes que la palabra de los demás, necesitamos su silencio para poder pedirles esa palabra que necesitamos de ellos en cada circunstancia. Nada nos aflige tanto en la vida como el no haber encontrado el silencio que necesitábamos y sí la palabra que no necesitábamos.
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