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Isabel Sartorius: «Me fracturé cuando supe que mi madre consumía coca»

Sartorius explica a LA RAZÓN los motivos que le han llevado a publicar su sorprendente libro

Isabel Sartorius: «Me fracturé cuando supe que mi madre consumía coca»
Isabel Sartorius: «Me fracturé cuando supe que mi madre consumía coca»larazon

Acaso sea poco profesional reconocer que uno se «entrega» –como dirían los terapeutas conductuales– ante un entrevistado. Pero sucedió. Desde el minuto cero, se deponen las armas de los prejuicios ante esta mujer de sonrisa franca y pensamientos de techo alto. Quizá porque sabe lo que es haber tenido rotos todos los miembros de sentir. Al ver la portada y leer extractos de este «Por ti lo haría mil veces» (Martínez Roca) uno interioriza que se trata de un libro sobre «el hepatopáncreas del colorín», pero, ¡nada más lejos! Tras devorarlo y subrayarlo compulsivamente, la evidencia aflora: estamos ante una mujer que ha conocido la «codependencia» hacia el gran amor de su vida, su madre, ha logrado recomponerse y ahora quiere contarlo. No sin antes dejar en el borde de la mañana el aire impregnado de esas aguas ocultas que llaman «charme», educación de pedigrí o elegancia innata, aderezadas de una escandalosa sencillez. Isabel Sartorius ha iniciado su viaje de regreso de muchas partes...

–Durante años fue la chica perfecta, la más envidiada, la afortunada que enamoró al Príncipe.
–Pues ya ves... La realidad era distinta. La adicción a las drogas de mi madre (Isabel Zorraquín) dejó mi mundo interior hecho trizas, me convertí en codependiente y en una escapista con la autoestima por los suelos.

–Es un libro valiente, ya no por contar la adicción de su madre, su relación con Don Felipe o su «casi boda» con Javier Soto, sino por su confesión de «codependiente».
–Ése es el motivo de esta obra. Ni saldar cuentas, ni justificar nada, ni ganar dinero: quería acercar el trastorno de codependencia a la gente, que yo he sufrido en un grado altísimo y me ha condicionado la vida.

–Los pasajes más intensos no son la relación que la llevó a las portadas, sino cuando relata su adicción al rescate emocional, sus pensamientos tóxicos, su hipersensibilidad... ¡Se ha quedado desnuda!
–¡Si ya lo he estado mucho tiempo!, pero con una percepción errónea por parte de todos. Deseo que mi trabajo interior le pueda servir a alguien. Soy muy transparente, y ésta, es una historia humana con la que pretendo concienciar sobre el trastorno. Si el uso del «personaje» ayuda a divulgarlo, lo acepto.

–¿Le importaron las mentiras que se dijeron de usted cuando acaparaba portadas?
–¡Cero! Y durante mucho tiempo seguí sin hablar porque protegía a mi entorno y a mi madre más que a nadie, y a la relación que todos aludís. Pero no porque ellos me lo pidieran, sino por mi «codependencia». Ahora ella ya no está y Don Felipe vive felizmente casado, así que ¿por qué no hablar si puedo echar un cable a otros que sufren?

–¿Cómo está ahora «su niña interior»?
–Muchísimo mejor porque he hecho un trabajo duro sobre ella. Me he dado cuenta de dónde me fracturé: el día en que fui consciente de que mi madre consumía droga; el papel que elegí: el de hija parental, etc.

–En el fondo este libro es una historia de amor.
–Mi madre ha sido el gran amor de mi vida. Ahora lo es mi hija, pero ella era increíble: entrañable, tierna, culta, inteligente...

–Pero se enamoró del hombre equivocado
–Sin duda. Manuel Ulloa, quien fuera primer ministro de Perú, la convirtió en una adicta a la coca, además de maltratarla psicológicamente y serle infiel mientras ella luchaba en una clínica contra su adicción. Reconozco que durante el tiempo que viví con él no le soportaba, pero hoy pienso que fue otra víctima. Estaba muy desequilibrado.

–¿Era un maltratador físico?
–Si lo dices por el pasaje en que mi hermana y yo asistimos a una bronca monumental, no. Sólo era descontrol provocado por la droga.

–Le molesta que se haya «pervertido» aquello de que iba a buscar droga a su madre.
–Fuera de contexto no tiene sentido. Ella no me mandó. Era la mujer del primer ministro y no podía ir a ciertos sitios, necesitaba una dosis y yo me ofrecí. Como si hubiera ido a comprarle ibuprofeno. Además, fue en contadas ocasiones y el ambiente no era sórdido. El «camello» era un chaval de 15 años, como yo...

–Cuando aborda el capítulo del Príncipe, su «juez interior» le dice: «Te metes tú sola en líos»...
–¡Pero sólo son 10 páginas! Y además sólo cuento cosas preciosas.

–Dice no haber pedido permiso a Zarzuela, pero, sólo como amigos, ¿Don Felipe y Doña Letizia no sabían que estaba escribiendo el libro?
–Todos mis amigos lo sabían y me apoyaron.

–A usted, el amor no pudo rescatarla de la codependencia.
–Estaba demasiado centrada en mi madre y en sacarla de las drogas... Pero, como digo en el libro, la relación mejoró mi estado personal, me enriqueció humanamente, me dio aplomo y paz. Fue muy profunda y espiritual

–Dice: «No me sentía digna», pero no se refiere a haberse sentado en el trono...
–¡En absoluto! No me sentía digna porque era el peor de los escenarios posibles para una persona con el trastorno que yo tenía: me escondía en el maletero de los coches, huía de los paparazzi.

–Además, los codependientes nunca bajan la guardia.
–Siempre estamos en «modo alerta». Y aquellos años con la Prensa, en la puerta de mi casa y rebuscando hasta en mi basura me dejaron en esa tensión, como una máquina de control. Para que no saliera nada de mi madre tenía que evitar las fotos y, para ello, me quedaba en casa.

–Hasta que se fue a Londres...
–Me encantó la experiencia. Era joven, resultaba todo divertido y me dio una ligereza de espíritu que necesitaba. Conocía gente que se lo pasaba bien, trabajar en Christie's era maravilloso y la vida era bella. Aunque frívolo, lo disfruté tanto que fui para tres meses y me quedé tres años.

–A su vuelta, ya era imposible retomar su «congelada» relación con el Príncipe.
–Es que nunca se planteó. No hubo ruptura, sino «un ya volveré», y no volví. Las cosas se ponen en su sitio solas y hoy es un gran amigo.

–Y la Prensa especulando con que fue la Reina quien se interpuso...
–Lo digo en el libro, es injusto. Con la Familia Real me sentí en un hogar. Doña Sofía es un ser de una talla tremenda, con una exquisitez terrible, y conmigo se portó de fábula. Jamás mencionó nada sobre mi madre, aun preguntándome cortésmente qué tal estaba.

–¿Sigue yendo a Zarzuela, al menos a ver a «sus amigos» (los Príncipes de Asturias)?
–Los veo y como con ellos. Con Doña Letizia tuve un flechazo. Ya lo he escrito. Ella es un huracán, pura energía, y somos muy amigas. Me podría haber caído mal, o yo a ella, pero no fue así.

–¿Y sigue siendo amiga de las Infantas?
–Sí, las quiero mucho a las dos. Sintonicé muy bien con la Infanta Cristina.

–Tras su ruptura, ¿empieza a ser consciente de que tiene que encajar muchas tuercas para tener una relación de pareja...?
–¡El problema sólo lo tengo yo! Siempre había pensado que el amor era algo que no duraba y por más que me lo trabajo supongo que sigo creyéndolo. Y he tenido maravillosas relaciones, como el poderoso magnetismo que sentí hacia el padre de mi hija, Javier Soto...

–¿Y está ya preparada?
–Puede..., pero nunca termina siendo mi prioridad y lo pospongo. Es un «todavía no» constante. Me he acostumbrado a vivir sin nadie, porque estamos fenomenal mi hija, Mencía, y yo.

–¿Dejarán de simplificarla en la frase Isabel-Sartorius-la-ex novia-del Príncipe después de este libro?
–No lo creo. La psique colectiva es potentísima. Me moriré, y todavía algunos cronistas seguirán diciendo que «la Reina impidió nuestro amor» o que «pobre niña», pero, ¿qué más nos da a quienes sabemos que no es así?

–Después de tanto «escapar», ¿hacia dónde va ahora su destino?
–Hubo un tiempo en que era complicado no huir, pero ahora estoy más serena. Laboralmente sigo encantada con Susana Grisso y tengo un par de cosas en mente para algo más personal.

–¿Y ya no huye...?
–No. Ahora sólo viajo.


«Felipe es un hombre que inspira confianza»
Aunque prefiere no centrar su conversación en el Príncipe, en «Por ti lo haría mil veces» cuenta cómo nació su relación: «Fue un auténtico flechazo. Esa misma noche empecé a quererle. Recuerdo como si fuera ayer esa mirada: tiene un poder especial. Te mira y entiende quién eres. Esa noche fue muy bonita. Yo estaba absorta: nos pasamos hablando toda la cena, y seguimos luego en la discoteca Joy Eslava, donde fuimos todos juntos. Nunca me había pasado algo así, la comunicación entre nosotros parecía tan fácil. [...] Él es un hombre que inspira confianza. Y a mí se me cayeron todas las defensas de un plumazo. Ésa fue la primera vez en toda mi vida que yo sentí lo que es el amor incondicional por parte de alguien». También le dedica algunas líneas a la Princesa de Asturias: «Ella es un ejemplo extraordinario. Es una fuerza de la naturaleza, un huracán, una mujer sin dobleces y muy potente. Ella es ella. La autenticidad. Por eso es tan fuerte, pura energía, porque no puede ser sino quien es, ni lo pretende ni le hace falta serlo».


Escapar del abismo
«Manuel Ulloa le dio a probar la cocaína y mi madre se agarró a ella. Cuando nos dimos cuenta, ya se había enganchado a la coca y se drogaba con regularidad. Veía que eso le permitía escapar del abismo de la depresión durante un rato. [...] No hay nada más duro que ver a una madre llorar y llorar. Aunque en esos momentos yo reprimía mis sentimientos negativos para no agrandar los suyos. [...]. Asumí un reto que me sobrepasaba: el de su rescate», cuenta Sartorius en su libro.


Las claves para detectar la codependencia según Sartorius
- ¿Se siente responsable de otras personas, de sus sentimientos, pensamientos, acciones u elecciones?
-¿Se ve atraído de forma consciente –o inconsciente– por gente necesitada?
-¿Siente ansiedad, lástima y culpa cuando otros tienen un problema?
-¿Se ve obligado a ayudar a quienes tienen dificultades?
-¿Se compromete en exceso con los demás y se frustra si su ayuda no resulta efectiva?
-¿Se anticipa a las necesidades de los demás?
-¿Dice «sí» cuando quiere decir «no», abocado a hacer cosas que no desearía o le exceden?
-¿Abandona su mundo, hábitos y rutina para responder a la necesidad de ayuda de alguien?
-¿Se siente vacío si no hay una «crisis» en su entorno que poder resolver y hacerse sentir útil?
-¿Nota tristeza porque se pasa la vida «dando» sin sentir nunca correspondencia?
-¿Diría que está aletargado, deprimido, desesperanzado, e incluso aislado del entorno, perdiendo la estructura y la rutina diaria, rozando, incluso, la irascibilidad?
-¿Se ha abandonado y cuida de todos menos de usted?
-¿Ha permitido que el comportamiento de otra persona le haya afectado tanto que ha perdido su propia identidad?