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Camposantos con historia

La idea puede sonar tétrica, quizás alocada, pero lo cierto es que adentrarse en un cementerio con el único objetivo de hacer turismo es una costumbre cada vez más habitual. Es otra curiosa manera de revivir la historia, de honrar a los muertos más célebres y de descubrir los entresijos de las grandes ciudades 

Cementerio de Arlington
Cementerio de Arlingtonlarazon

Arlington, Virginia, Estados Unidos
Con una extensión de más de 2.500 metros cuadrados y algo más de 300.000 norteamericanos enterrados en él, en frente del National Mall de Washington se sitúa el que está considerado como el cementerio más grande del mundo: el de Arlington . Y, probablemente, el más cinematográfico, pues la estampa de las infinitas lápidas blancas clavadas en la tierra es un recurso habitual en la gran pantalla. De acceso gratuito, el recorrido por este camposanto incluye la visita a la tumba al soldado desconocido, que contiene restos de militares sin identificar muertos en acto de servicio en las dos guerras mundiales y en la Guerra de Corea. Una llama siempre encendida indica el lugar en el que se encuentra la tumba de John F. Kennedy, al lado de las de Jacqueline y dos de sus hijos. Casi con seguridad es la más buscada de todo el recinto, aunque el recuerdo a cerca de una veintena de astronautas también merece una detenida visita, pues aquí están, entre otros, la tripulación del trasbordador espacial Challenger. El cementerio de Arlington está abierto de 8 a 5 de la tarde.

Monte de los olivos, jerusalén
Desde la Antigüedad, los judíos siempre han deseado ser enterrados en el Monte de los Olivos, donde, según la Biblia, comenzará la resurrección cuando llegue el Mesías. Cuenta la leyenda que en el Fin de los Días, gentes de todo el mundo vendrán a través de túneles para emerger aquí. El viajero puede palpar esa historia al contemplar las tumbas más antiguas, situadas al pie de la montaña, en el Valle de Cedrón. Una se asocia al díscolo Absalón, hijo de David; otra a Zacarías, sacerdote del Primer Templo, y una tercera tiene una inscripción que menciona a los hijos de Hezir, familia sacerdotal que vivió hace dos mil años. Con el tiempo, este camposanto ha ido creciendo hasta extenderse por toda la ladera occidental. Desde aquí, las vistas de la ciudad resultan espectaculares, por lo que el paseo más que tétrico resulta fascinante. En el Centro de Información del Monte de los Olivos, el viajero puede obtener información sobre la ubicación de las tumbas más emblemáticas, como el que fuera primer ministro Menachem Begin o el premio Nobel de Literatura israelí S. Y. Agnon.

Cementerio judío, Maguncia (Alemania)
A orillas del río Rhin, la ciudad alemana de Mainz floreció hasta convertirse en un reclamo para los judíos que buscaban un centro de prosperidad, hasta el punto de que aquí se halla el que está considerado como primer cementerio judío de Europa, pues data de 1012. La visita al camposanto de Maguncia (nombre hebreo de Mainz) no defrauda, pues las lápidas se conservan intactas, con una distribución regular y cierto encanto. La entrada es gratuita.

Père Lachaise, parís
Hay quien considera el cementerio parisino de Père Lachaise un rincón romántico, ideal para pasar una tarde de otoño, pues se trata del espacio verde ajardinado más grande de la capital francesa. Quizás, la definición de romántico no sea la más oportuna, tratándose de una necrópolis, pero lo cierto es que a este rincón no le falta encanto. Mitad parque inglés, mitad lugar de meditación, todos los estilos del arte funerario se dan cita aquí: tumba gótica, pequeña cripta de estilo haussmanniano, mausoleo a la antigua o simple lápida. Con una superficie de 44 hectáreas y considerado el camposanto más visitado de París, aquí descansa el alma de figuras tan emblemáticas como los novelistas Balzac y Oscar Wilde , el compositor Fréderic Chopin, el político Louis Blanc o el artista Jim Morrison. Hay visitas guiadas cada sábado a las 14.30 sin reserva. La entrada tiene un precio de 12 euros.

Cementerio judío, Praga
Una visita a Praga no debe dejar de lado su cementerio judío, pues es el rincón más impactante de la ciudad. Fundado en el siglo XV, este recinto fue durante 300 años el único lugar de la capital checa en el que se permitió enterrar a los judíos. Pero el espacio era tan limitado que los cuerpos se sepultaban por capas, es decir, unos encima de otros, algo que se puede apreciar con cierto reparo. La aglomeración de lápidas es tal que la estampa resulta sobrecogedora. Y lo más inquietante es que, debajo de las 11.000 lápidas que pueden verse a simple vista, se estima que haya cerca de 100.000 cadáveres. Merece la pena acercarse bien a algunas de ellas y descifrar los símbolos que indican el estrato social al que pertenecía el difunto, mucho más que su profesión o su nombre: manos bendiciendo para los sacerdotes, jarra y cuenco para los ayudantes, unas pinzas para un médico... La entrada cuesta unos 12 euros y se puede visitar de 9 a 16.30 horas.

Chacarita, Buenos Aires
Cuentan los libros de Historia que una epidemia de cólera y otra de fiebre amarilla en Buenos Aires obligaron al Gobierno a expropiar una propiedad agrícola para convertirla en refugio de los cientos de cuerpos que eran velados a diario. Fue así como nació el popular cementerio de la Chacarita, el más grande de la capital. En su frente exhibe 28 columnas de estilo dórico y en su interior hay réplicas de famosas esculturas como La Piedad o el Cristo Yaciente, esculturas que contrastan con los rascacielos de la urbe que se intuyen al fondo. Aquí nos topamos con personajes de la talla del tres veces presidente Juan Domingo Perón o con la tumba conmemorativa de Carlos Gardel. Hay visitas guiadas los segundos y cuartos sábados de cada mes a las 11 de la mañana.

Poble Nou, Barcelona
Adentrarse en el cementerio barcelonés de Poble Nou significa recorrer la Barcelona del siglo XIX, una travesía que se inicia en 1775 y concluye con la Exposición Universal de 1888. La ruta está compuesta por 29 sepulturas, casi todas de estilo neoclásico. Pero aquí resulta imprescindible apuntarse a sus rutas nocturnas, a la luz de las velas y ambientadas con notas de música o poesía. La experiencia no defrauda, pues, al caer la noche, la magia del lugar se multiplica. Considerado uno de los camposantos más antiguos de España, no hay que perderse la escultura denominada «El beso de la muerte» o la conocida como tumba «sanadora» del Santet, el gran tesoro escondido del cementerio. Hay visitas guiadas gratuitas el primer y tercer domingo de cada mes.

Demre Myra, Turquía
A unos dos kilómetros de la localidad de Demre, al sur de Turquía, se esconde una de las necrópolis rupestres más originales del mundo, no en vano está horadada en la piedra en forma de panal, incluso algunos nichos están ornamentadas con relieves esculpidos. Al contemplarlos de cerca, el viajero descubre que están compuestos por vigas de madera, unidas unas a otras, troncos horizontales a la vista en la fachada, techos de ramas, etc. La entrada es gratuita.