Andalucía

Autonomías

La Razón
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A pesar de que intento evitar el tema mis contertulios de este lado del Atlántico se hallan fascinados por el asunto de la crisis económica en España. Un pueblo tan práctico como el estadounidense no comprende que suframos un veinte por ciento de paro –más del doble de la cifra que padecen aquí y que los tiene de los nervios– y un desplome económico general y que la nación no sea testigo de un levantamiento generalizado contra ZP al estilo de los Tea Party que quitan el sueño a Obama. Pero lo que les resulta más enigmático, casi digno de un relato de Poe, es cómo hemos podido pasar de la floreciente situación económica de la Era Aznar a este desastre. Hoy me han arrinconado y no he podido eludir el tema. «Podría darles muchas razones», he comenzado, «pero la principal es el sistema autonómico actual. Gracias a la alianza de Zapatero con los nacionalistas significa tal gasto que o acabamos con él o él acaba con nosotros». «Pero, ¿ustedes no son un estado federal?», me pregunta sorprendida una señora. «Sí y no», le respondo. «Verá, durante la Transición, se pretendió dar una solución al problema del terrorismo, tendiendo la mano a los nacionalistas vascos y catalanes. El resultado fue un sistema autonómico que negaba ser federal, pero que, en la práctica, iba mucho más allá del federalismo». «No sé si le entiendo...», dice perpleja la mujer. «Es sencillo», continúo, «las diferentes autonomías, gracias a la insistencia del nacionalismo catalán, quedaron configuradas como entes que podían ir vaciando de competencias al estado y que, sobre todo, carecían de un control superior financiero. Eso significaba en la práctica una independencia económica total. Por ejemplo, el poder federal de ustedes tiene una parte del presupuesto global mayor que el nuestro». «Increíble. ¿Y se puede gobernar con esa cantidad?», me pregunta el economista. «La verdad», respondo, «es que no tiene la menor posibilidad de hacer frente a los problemas nacionales porque las autonomías absorben la mayor parte del dinero». «Pero algunos problemas solucionarán...», se atreve a sugerir. «No», contesto, «y por varias razones. La primera es que los grandes problemas son nacionales y no pueden ser solventados autonómicamente y la segunda es que una parte considerable del dinero autonómico se va a asegurar los votos locales. En Andalucía, se intenta mantener sometido al PSOE el voto agrario; en Cataluña, donde se ha preferido expandir el catalán por el extranjero a aplicar la ley de dependencia, se encargan informes absurdos a los amigos que pagamos todos; etc, etc. El caso es que se dilapida el dinero y cuando no queda más para gastar se culpa al gobierno nacional de centralista». «Si yo no lo entiendo mal», dice el economista, «al final hay ciento treinta instancias reclamando lo que sólo da para cien». «Más bien trescientas para lo que sólo llega a setenta», respondo. «¿Y el PP cambiaría la situación si ganara las elecciones?», me pregunta próxima al paroxismo la señora. «Le voy a ser sincero», respondo, «el día que Javier Arenas anuncie que va a liquidar el PER en Andalucía creeré que existe alguna posibilidad de cambio, pero, de momento, no se vislumbra». «¿Quién es Arenas? ¿Qué es el PER?», indaga sumida en la angustia la dama sureña. «Mire», respondo, «si le parece, de eso hablamos otro día».