Casas reales

El español se hace un hueco en Estocolmo con Vargas Llosa

Una ausencia marcó ayer la ceremonia de los Premios Nobel en Estocolmo, ciudad donde el rey Carlos Gustavo de Suecia, acompañado por la reina Silvia, la princesa Victoria y su esposo Daniel Westing, entregó los galardones de Medicina, Física, Química, Literatura y Economía.

Los premios Nobel de Química, el norteamericano Richard F. Heck y los japoneses Ei-ichi Negishi (c) y Akira Suzuki (d), tras recoger la medalla y el diploma que les acreditan como tal
Los premios Nobel de Química, el norteamericano Richard F. Heck y los japoneses Ei-ichi Negishi (c) y Akira Suzuki (d), tras recoger la medalla y el diploma que les acreditan como tallarazon

Y es que el octogenario padre de la fecundación in vitro, el profesor británico Robert G. Edwards, premiado en el primer apartado, no pudo acudir a la ceremonia por motivos de salud. En Oslo, mientras tanto, se echó de menos al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo, premio Nobel de la Paz. Ruth Edwards recogió el de su esposo, que recibió los mayores aplausos de una gala en la que el idioma español se hizo un hueco. El escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura, estuvo radiante. Lo acompañó su familia en la Sala de Conciertos, donde la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, dirigida por Gustaf Sjökvist, puso música al acto. También en la distancia tuvo apoyo el escritor: en su ciudad natal, Arequipa, una pantalla gigante retransmitió la entrega. Como marca el protocolo, respetado ayer en una ceremonia solemne, el himno nacional sueco abrió el acto. Llegado su turno –el cuarto de los galardones–, Vargas Llosa realizó las obligadas reverencias. La primera, al rey, quien le entregó los tradicionales diploma y medalla de oro con el rostro de Alfred Nobel. El escritor saludó también a los académicos y a los 1.570 invitados, y escuchó al representante de la Academia sueca, Per Wästberg, que, primero en inglés y después en español, le dijo: «Estimado Mario Vargas Llosa. Usted ha encapsulado la historia de la sociedad del siglo veinte en una burbuja de imaginación. Ésta se ha mantenido flotando en el aire durante cincuenta años y todavía reluce». Wätsberg ensalzó la creencia de Vargas Llosa en la literatura como «baluarte contra el prejuicio, el racismo y el nacionalismo intolerante», y trazó un recorrido por su obra. Antes habían recogido sus premios los profesores de origen ruso Andre Geim y Konstantin Novoselov, reconocidos en el apartado de Física; y los japoneses Ei-ichi Negishi y Akira Suzuki, Nobel de Química junto al estadounidense Richard F. Heck –al que tuvieron que ayudar a subir al podio–. El Premio de Economía, para los profesores estadounidenses Peter A. Diamond y Dale T. Mortensen, y el chipriota-británico Christopher A. Pissarides, puso punto y final a la ceremonia. Quedaba, como cada año, la cena, en la que el vino de Rioja, por quinto año consecutivo, estuvo en las mesas. Una cena en la que Vargas Llosa tuvo un último detalle en español: «regaló» un cuento autobiográfico a los asistentes antes de brindar por el país anfitrión.