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El debate energético y la cultura del «no»

El debate energético en Cataluña es una constante. Da igual si se trata de artimañas electorales o de reflexiones de fondo, la energía ya es un arma política arrojadiza

 
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Y la cuestión es que, por mucho que se hable, todo debate acaba topándose con la sistemática cultura del «no». Hay partidos que del NINBY («never in my back yard», nunca en el patio de mi casa) han hecho una forma de vida que lastra cualquier iniciativa que suponga incrementar la capacidad de las canalizaciones energéticas.

Así las cosas, Cataluña (y España también) son lo que se conoce como islas energéticas, en las que escasean las interconexiones con el resto de Europa. A tenor de las infraestructuras actuales, la península apenas cuenta con dos líneas de 400kv, y un puñado de menor voltaje, que conecte los dos países. Una de ellas, las más antigua, fue inaugurada en la época tardofranquista para conectar la central nuclear de Ascó con la población francesa de Baixas.

Desde entonces, lo cierto es que las cosas no han cambiado mucho. Sirvan de ejemplo los incomprensibles apagones de Barcelona en 2007 o el de Girona este mismo año. Este último, además, con el agravante de que Girona tiene un sistema eléctrico «en antena». Es decir, la provincia vive alimentada por una sola línea en vía muerta. Por lo que, si se interrumpe en algún punto, como ocurrió este año, gran parte del territorio se queda literalmente a oscuras.

Con este panorama, hace ocho años se aprobó el anteproyecto para poner en marcha una línea de alta tensión –conocida popularmente como MAT– entre España y Francia. Evidentemente, comenzaron a surgir las voces disconformes con el proyecto; y básicamente por dos razones: una de índole estética, puesto que la alargada sombra de las torres embrutece el paisaje; y otra de carácter sanitario, por las siempre controvertidas radiaciones.

En cualquier caso, la MAT es una línea a todas luces necesaria para salvaguardar el funcionamiento de las farolas de Girona y para alimentar el tren de alta velocidad. Esta línea de alta tensión, sin embargo, es innecesaria para ICV. Esquerra se compromete a impulsar el soterramiento en algunos tramos. Para C's es prioritaria. CiU, por su parte, se compromete a elaborar un programa anual de soterramiento y desplazamiento de las líneas de alta tensión que afectan a zonas densamente pobladas. Y, claro, siete años de gobierno tripartito, con ICV dentro, han torpedeado un proyecto que tendría que haber estado acabado hace un año. Las previsiones apuntan ahora a 2014.

Respecto al debate nuclear, tres cuartas partes de lo mismo. El debate ha sido politizado hasta tal extremo que los partidos, que no están asociados a la mencionada cultura del «no», prefieren pasar de puntitas. Huelga decir que el 44% de la energía eléctrica que consume Cataluña proviene de las nucleares, frente al 20% de España. Por lo que la mayoría de partidos, entre ellos CiU y PSC, defiende que la comunidad cumple de sobras con su cuota nuclear dentro del país. Respecto al almacén nuclear, y pese al interés por albergarlo de varios municipios cercanos a Ascó, ídem. ERC e Iniciativa defienden a ultranza su negativa a la utilización de la energía nuclear y a la instalación del cementerio de residuos nucleares en Ascó o en cualquier otra parte de Cataluña. De hecho, los ecosocialistas piden el cierre de todas las centrales nucleares. Sin embargo, a la pregunta nucleares sí o no, el resto de fuerzas políticas prefieren escurrir el bulto.

Así, del debate se puede extraer que las discrepancias parecen, a priori, insalvables, dado que alcanzan desde la forma de producir energía, hasta elementos tan esenciales como la forma de transportarla.