Congreso Extraordinario del PSOE

Menuda semanita

La Razón
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Peor imposible. Los últimos ocho días para Rodríguez Zapatero han sido posiblemente los peores que ha vivido desde que llegó al Palacio de La Moncloa. Quizá son solamente comparables a los malos momentos que pasó siendo secretario general del PSOE antes del 2004 cuando, desde dentro, los barones socialistas ponían en duda un día sí y otro también su liderazgo en el partido. Tiempos ya olvidados que seguramente habrá recordado en las últimas fechas.
El presidente ha encadenado en su particular semana negra la huelga general del 29 de septiembre; luego han llegado la catarata de encuestas que dejan a Zapatero muy lejos de un triunfo electoral, y para cerrar el círculo nos hemos encontrado con la derrota en las primarias de Madrid de Trinidad Jimenez, que sólo ha tenido una lectura política general: ha perdido Rodríguez Zapatero.
En el PSOE hay inquietud, los barones socialistas son conscientes de que el deterioro de la imagen de Zapatero va a afectar también a los resultados electorales del próximo mes de mayo en las elecciones autonómicas y municipales, y por lo tanto las cosas no son nada cómodas para nadie. Zapatero por primera vez desde que ganó las elecciones en 2004 está en un verdadero aprieto interno y en esta ocasión no valen soluciones «zen» para una crisis de mucho calado. El presidente tiene que reaccionar de alguna manera, si esa reacción no es rápida; los efectos pueden ser imprevisibles.
Este martes, el propio Zapatero ha aprovechado su paso por el Senado para intentar enmendar sus propios errores del pasado, y ahora resulta que Tomás Gómez es el mejor de los mejores. En fin, después de tanto ruido y de tanta bronca, podían haber evitado ese espectáculo que los socialistas han ofrecido durante semanas, que nunca es beneficioso. Una cosa son las primarias y otra muy diferente los enfrentamientos internos. No hay que engañarse a estas alturas de la película.
Con todo, la pregunta es fácil: ahora ¿qué? Pues ya veremos. Pero desde luego el papelón del presidente del Gobierno es de aúpa. Y las salidas –¡todas las salidas!– son muy enrevesadas. Es cierto que Zapatero en estos momentos complicados siempre tiene una solución aunque sea a corto plazo. Pero esta vez las voces, las quejas, las críticas llegan desde dentro, y así las cosas el secretario general del PSOE no se lo puede tomar a broma o pensar que con su habitual labor de aliño va a parar el golpe. Esta vez, no hay margen para el milagro de última hora. Hay muchos cargos electos del PSOE que dependen de las políticas de Zapatero, y si el liderazgo se tambalea, los cimientos se remueven.
Zapatero ha entrado ya en una etapa de verdadera supervivencia política. La última semana así nos lo enseña con claridad. Nadie quiere juegos florales. Se necesita una reacción rápida, convincente y certera. Y da la impresión de que eso es pedir mucho a alguien que está cerrando a toda máquina un ciclo político.