España

Los piratas no tienen ni para café

«Abdu Willy» y su compañero llevan meses sin noticias de sus familias. Pese a que se cifró el pago del rescate de 2,7 millones, en su cuenta no hay ni un céntimo

«Abdu Willy» comparte celda en la cárcel de Soto del Real con el otro «pirata» detenido por la fragata «Canarias» tras el asalto del «Alakrana»
«Abdu Willy» comparte celda en la cárcel de Soto del Real con el otro «pirata» detenido por la fragata «Canarias» tras el asalto del «Alakrana»larazon

Madrid- Nadie quiere saber nada de ellos. Sus compañeros de asalto del atunero «Alakrana» y sus familiares de Somalia les han borrado de un plumazo. Se encuentran en el más absoluto de los olvidos. Del pago del rescate, cifrado en unos 2,7 millones de euros, «no han visto ni la coma». Ahora, pasan los días en la cárcel de Soto del Real, entre la celda y el patio, sin hacerse todavía a la idea de que el futuro que se les presenta no es precisamente halagüeño. La instrucción de la causa ha finalizado, la fecha del juicio está más cercana y las acusaciones a las que deberán hacer frente no son para estar tranquilos: 36 delitos de detención ilegal y uno de robo con violencia y uso de armas.«Abdu Willy» y «Raagegeesey Adji Haman» fueron capturados en octubre por embarcaciones de la fragata «Canarias» e inmediatamente trasladados a España por orden del entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Llegaron con el convencimiento de que su permanencia en nuestro país sería breve, el tiempo de cerrar una negociación que propiciara el fin del secuestro del atunero vasco. Los hechos han demostrado que su percepción era totalmente errónea.Tras los dimes y diretes con la edad de «Abdu Willy» y determinarse su mayoría de edad, fue trasladado a la cárcel de Alcalá Meco, mientras que su compañero ingresaba en la de Soto del Real. La adaptación de los dos «piratas» al régimen penitenciario ni fue ni es fácil para ninguno de ellos. Sin embargo, el menor de ellos sufrió mucho más el cambio de las costas somalíes a los muros de la prisión. Su relación con el resto de internos era prácticamente nula y vivía en un permanente aislamiento, en una situación «difícil e incómoda» que llevó a los responsables penitenciarios a instar del juez competente su traslado a Soto del Real, para que volviese a estar junto a su compañero. Y así fue. Ambos ocupan ahora una celda de unos diez metros cuadrados en el Módulo IV de la prisión de Soto del Real, destinados a internos con perfil «normalizado», y donde no hay multireincidentes.Sin embargo, ello no ha impedido que su día a día sea más complicado que el de otros internos, por la sencilla razón de que no disponen de ninguna cantidad para adquirir productos en el economato de la cárcel. En el «peculio», la cuenta donde los reclusos tienen el dinero, cuentan con cero euros y cero céntimos. Ni siquiera disponen de los pocos céntimos que cuesta un café. De vez en cuando, un «buen samaritano», compañero de módulo, les invita a uno en la zona habilitada. Y hasta la ropa que visten es la que les ha facilitado la Administración. «No tienen absolutamente nada», señalaron al respecto fuentes de Instituciones Penitenciarias.A nadie de su familia o los jefes que cobraron el rescate parece preocuparles la situación en que se encuentran. Los hechos demuestran que han pasado a ser los grandes olvidados por quienes asaltaron un barco español, tuvieron en vilo permanente a los 36 integrantes del «Alakrana» y posteriormente recibieron 2,7 millones de euros, que es en lo que se cifra el pago del rescate.Al ingresar en prisión, recibieron una tarjeta con un saldo determinado para que pudiesen comunicar con sus familiares de Somalia. Una vez se agotó el saldo, también se cortó cualquier relación. «Hace meses y meses que no hablan por teléfono». Desde entonces, ni una sola llamada.

Dieta musulmanaY en cuanto a las visitas, las únicas que reciben son las de su abogado de oficio. La última, a principios de julio. La comunicación con el resto de internos y funcionarios es por señas, prácticamente nula, ya que sólo conocen unas pocas palabras de español. Tampoco parece que hagan mucho por aprender, ya que ni siquiera asisten a los cursos de castellano que hay para reclusos extranjeros, al ser algo voluntario y ni siquiera asisten a talleres ocupaciones. Pasan las horas entre la celda, el patio y la sala de estar, salvando las actividades previstas para su módulo. La comida, eso sí, se ajusta a la «dieta musulmana», que puede que sea el único nexo que les quede con quienes les han dejado abandonados a su suerte.