Valencia
Pucherazo dramático por César Vidal
El 16 de febrero de 1936, España votó en unas elecciones que llevaron al poder al Frente Popular de manera irregular. Así empezó la guerra
Tras la derrota del alzamiento armado del PSOE y de la ERC contra el Gobierno republicano en octubre de 1934 y la aniquilación del Partido Radical en 1935, la Segunda República quedó a la deriva. El presidente Alcalá Zamora, a instancias de las izquierdas, disolvió las Cortes y convocó elecciones para el 16 de febrero de 1936. El 15 de enero se firmó el pacto del Frente Popular que agrupaba a las izquierdas. Ese mismo mes, Largo Caballero afirmaba en un mitin: «Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada».
Sus adversarios políticos centraron la campaña electoral en la mención del levantamiento armado de octubre de 1934. Las elecciones de febrero de 1936 estuvieron marcadas por la violencia, no sólo verbal, y el fraude en el conteo de los sufragios. El Frente Popular obtuvo 4.430.322; las derechas, 4.511.031; y el centro, 682.825. Además se produjeron irregularidades en provincias como Cáceres, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Granada, Cuenca, Orense, Salamanca, Burgos, Jaén, Almería, Valencia y Albacete contra las candidaturas de derechas.
Golpe muy estudiado
Como señaló Alcalá Zamora al «Journal de Geneve»: «A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados… la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla … violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia. Primera etapa: desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados… desencadenó en la calle la ofensiva del desorden y reclamó el poder por medio de la violencia. Crisis: algunos gobernadores civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados.
Segunda etapa: reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el Frente Popular eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos, amigos, vencidos.… Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de estado parlamentarios. Con el primero, se declararon a sí mismas indisolubles durante la duración del mandato presidencial. Con el segundo, se revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil».
El 3 de marzo, los socialistas ocuparon ilegalmente varias fincas en Cenicientos. Ese mismo mes, el general Mola comenzó una serie de reuniones para estudiar la posibilidad de un golpe. Shuckburgh, un funcionario del Foreign Office británico, señalaba en una minuta del 23 de marzo de 1936 que el peso del PSOE en «las autoridades locales, la policía y hasta los soldados» podía acabar con el Estado. No se equivocaba. El pucherazo había llevado al poder al Frente Popular y, a la vez, había abierto el camino a la Guerra Civil.
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