IVA
Oscuras cuentas sindicales
Las movilizaciones convocadas para hoy por los sindicatos en protesta por las últimas medidas económicas del Gobierno aprovechan el descontento que, lógicamente, ha supuesto para los empleados públicos la supresión de su paga extra de Navidad y el recorte de días libres. La protesta de los funcionarios es, sin duda alguna, legítima pero no deberían dejar que sirviera a las centrales sindicales y a los grupos de la oposición como instrumento de erosión al Ejecutivo. Porque asistimos al esperpento de escuchar cómo los grandes sindicatos como UGT, que cobra subvenciones del Estado sin informar abiertamente de en qué se gasta el dinero público –y aplica sin dudar dañinos ERE en sus propias oficinas–, exigen en cambio al Gobierno de la nación lo que ellos son incapaces de hacer en su propia casa. Esperpento es también asistir al espectáculo de un PSOE que aplica sus propios ERE como un empresario cualquiera, agitando la movilización para recuperar en la calle la influencia que perdió en las urnas. Todavía se niegan a asumir que los ciudadanos saben que el desastroso estado de las cuentas públicas que ahora debe afrontar el equipo de Rajoy se debe a la gestión de los socialistas. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, explicó ayer en el Congreso con absoluta claridad la gravedad de una situación que ha obligado a su Gobierno a adoptar medidas tan drásticas e impopulares: sencillamente, no hay dinero para pagar las nóminas y no cabe más solución que elevar los ingresos –de ahí la subida del IVA– y rebajar la suma total. Hacer frente a la impopularidad, y a la protesta callejera, es una cuestión de responsabilidad y de sentido común. Como el que falta en el Gobierno de la Generalitat catalana cuando su presidente anima a las autonomías al desacato y a un suicida incumplimiento del déficit. Y es el mismo sentido común que los socialistas de Rubalcaba deberían asumir para ayudar al Ejecutivo a resolver una situación de la que son directamente responsables y explicar a los empleados públicos que no caben soluciones irreales. Mariano Rajoy ha optado por aplicar las únicas políticas posibles, aun a costa del desgaste que conllevan y de contradecir su propio programa electoral, en la confianza en que es posible sacar a España de esta desastrosa situación. Hoy las cifras de la economía, como el precio de la vivienda o el nivel de impagados, recuerdan demasiado a los años negros de Felipe González. Fue entonces el Partido Popular quien nos rescató de la crisis y quien ahora reclama de los ciudadanos, y especialmente de los empleados públicos, comprensión y sentido común ante un reto todavía más formidable que es posible superar si todos empujamos en la misma dirección y somos capaces de afrontar los sacrificios, mostrando a nuestros socios de la Unión Europea y al resto del mundo una voluntad común.
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