Crítica de cine

Antonio Molina entre cante y toreo

Llega de nuevo el turno de Antonio Molina con la que fue su primera película, «Pescador de coplas», dentro de la colección de películas que LA RAZÓN entrega gratis cada domingo junto con el periódico y la revista «Diez Minutos».

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Se trata de una comedia de 1953 dirigida por Antonio del Amo que cuenta, además del cantante, con un grupo de actores que ya comenzaban a despuntar, como son Tony Leblanc, Marujita Díaz, Laura Valenzuela, Manuel Zarzo y Vicente Parra, entre otros. En Antonio Molina se ha destacado su faceta como artista, pero también como persona muy familiar –padre de una saga de artistas–.

La calidad humana es un don que tienen algunas personas, como Ángela Molina, hija del gran Antonio Molina, al recordar a su padre. Su voz se percibe emocionada al hablar de su padre, del que mantiene muy viva su presencia. Para ella, su padre era y es una luz a la que profesa un amor incondicional: «Para mí es un placer hablar de él. Somos un clan muy familiar. Hemos sido hijos enamorados de nuestro padre, aunque no siempre podíamos disfrutarlo porque estaba trabajando. Yo de niña estaba deseando que estuviera en casa».

Su carácter abierto y social se extendía más allá del ámbito familiar: «Fue muy hospitalario, cuando se iba de tournée era un espectáculo, las despedidas, el cariño…todo se compartía y la casa siempre estaba abierta a cualquiera que llegara». Y añade: «Recuerdo que entre los artistas se querían muchísimo, se disfrutaban entre ellos, lo pasaban bien. Yo veía juntos a mi padre con Lola Flores, Caracol y con los demás. Existía unión».

Lo que más destaca Ángela es su lado humano: artista sobre el escenario y hombre del pueblo cuando se hablaba de él, «un hombre bondadoso, libre, que sabía querer a las personas. Muy luchador. Desde niño tuvo que trabajar para ganarse la vida. El amor puede más que la muerte y yo le quiero tanto que lo recuerdo a él como una celebración de la vida».

La magia de la pantalla
El cine significó para él otra manera de llegar al público y Ángela trae a la memoria una anécdota de niña: «En una ocasión nos llevó a los hermanos a actuar en una de sus películas. Había una escena donde le dábamos un beso y nos volvíamos hacia la cámara, pero yo, que tenía 6 años, me quedé enganchada a mi padre, mirándolo». Aplaude la idea de editar sus películas: «Me parece estupendo porque es algo que siempre va a estar vivo. En una época de fatigas como era aquélla, el arte era lo que congregaba a todos.

La gente se reunía para disfrutar, un placer humano que celebraremos mientras vivamos. Además, los genios nunca mueren y cuando uno los descubre forman parte de ti para siempre. Recuerdo que en la revista "Rolling Stone"leí que algunos artistas –como Prince– habían descubierto su voz prodigiosa y estaban admirados. No importa la edad, lo importante es que lo conozcan», asegura.

Un vapor rumbo a América
Cuando terminó la mili, Antonio Molina se marchó a Madrid con ganas de comerse el mundo. En 1953 le proponen participar en «El pescador de coplas», su debut cinematográfico, aunque aún no es protagonista. La cinta relata la historia de unos pescadores que sobreviven con una barca en un puerto andaluz. En el grupo destacan dos hermanos huérfanos, María del Mar y Antonio, con aptitudes sobradas para el cante y el baile flamenco. El chico, sin embargo, esconde otro deseo: vestirse de luces. Muy emotiva es la escena de la despedida del gran vapor rumbo a América.