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El Mengele que vino de Japón

Mientras Japón agonizaba en 1945 frente a los aliados, sus médicos se resarcían con execrables experimentos sobre prisioneros. Mengele no fue el único.

Imagen de una vivisección
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Si morir en combate supone algún consuelo para los familiares de los soldados fallecidos, a Mrs. Gertrude Plambeck no le fue concedido tal privilegio. La carta que recibió de Washington le dejaría para siempre un recuerdo aterrador: «Su hijo podría haber muerto como resultado de los experimentos médicos llevados a cabo mientras era prisionero de guerra del Gobierno japonés. Él desconocía la naturaleza de tales intervenciones». Dale E. Plambeck fue uno de los seis tripulantes de un avión B-29 víctima de la «investigación médica» japonesa en la localidad de Fukuoka. Allí, un equipo de cirujanos practicaron vivisecciones en soldados sanos con tres objetivos: evaluar la cantidad de solución salina que se puede inyectar en las venas antes de que se produzca la muerte, determinar el volumen de aire en la sangre que puede soportar un humano , y, por último, establecer el límite hasta el que pueden seccionarse los tubos bronquiales mediante una escisión del pulmón antes de la muerte.


El límite de la conciencia
El salvajismo de la medicina japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, sólo comparable a la cruenta actuación de sus ejércitos en los campos de batalla, fue liderada por el general Shiro Ishii, menos popular que Josef Mengele –el nazi apodado «el ángel de la muerte» por sus experimentos sobre judíos en Auschwitz–, pero igual de sanguinario. Abrumado por estos asesinatos, Shusako Endo concibió «El mar y veneno», una reflexión novelada sobre la capacidad del ser humano para cometer atrocidades en el límite de su conciencia a partir de la experiencia real del equipo de cirujanos responsable de la muerte de los seis prisioneros estadounidenses.

De la misma manera que los médicos extrajeron tejido pulmonar de los soldados hasta alcanzar el límite de lo que un humano puede soportar, Endo disecciona la conciencia de sus personajes para mostrar si, llegado el momento, podrán obviar las consecuencias de actuar en contra de su moral. «De ahora en adelante, por mí y por la guerra, por Japón y por todo, dejaré que las cosas pasen como tengan que pasar», dice el personaje principal de la obra, Suguro, un estudiante de medicina que se verá involucrado en los macabros experimentos. Esta reflexión sobre el mal, desarrollada en la literatura occidental por autores como Dovstoyevski y Graham Greene, no da lugar, sin embargo, a una única conclusión sobre su origen: el ascenso profesional, la ira racista, el nihilismo reinante en Japón ante una inminente derrota o la simple dejadez pueden explicar, según Endo, esta abominable capacidad. «La figura del prisionero, boca arriba y mirando hacia el techo, no era distinta de los pacientes normales. La sensación acuciante de que estaban a punto de asesinar a alguien no despertó ningún sentimiento en Toda», asegura el narrador.

El autor tampoco se detiene en el acontecimiento histórico. La narración avanza con escasas referencias a la guerra, salvo espontáneos bombardeos en los alrededores del hospital. «El mar y veneno» cumple con los tópicos que Occidente tiene de la literatura japonesa: los personajes, que se expresan con frecuencia en primera persona, evocan la naturaleza para reflejar sus luchas internas, mientras que las percepciones sensoriales describen la atmósfera que les oprime.

«Algún día responderemos por lo que hemos hecho hoy. Estoy seguro de eso». Es en las últimas palabras de Suguro donde el autor se acerca a la tradición literaria europea y revela sus convicciones católicas (su madre lo bautizó a los 12 años) con la creencia de que existen consecuencias a nuestros actos. La extensión otorgada a la rutinaria vida de los personajes antes del hecho fatídico hace temer que la pretensión de Endo sea la de disculpar los actos de sus compatriotas. No es así. El autor se separa de la política para profundizar en la cuestión filosófica de que, en ocasiones, para que triunfe el mal sólo es necesario que los hombres buenos no hagan nada. De hecho, Kumai Kei realizó una versión cinematográfica de la obra, «The Sea and Poison» (1986), que nadie en Japón quiso producir, lo que retrasó años el proyecto hasta que consiguió reunir la financiación. Tampoco Endo dejó que la pasión por la sangre ensuciara su obra. Los pasajes dedicados a las intervenciones se centran en las reacciones de los personajes, y sólo por los comentarios de los médicos sabemos que las operaciones se realizan.


Sin justicia
Por desgracia, los presagios de represalia de Suguro no tuvieron su efecto en la realidad, ni Mrs. Gertrude Plambeck encontró el consuelo con la justicia: «Los responsables de esta atrocidad han sido llevados a juicio y justamente sentenciados», le comunicaron las autoridades estadounidenses a la madre del soldado. Pero lo cierto es que, al igual que ocurrió con Mengele, el general Shiro Ishii nunca fue juzgado porque EE UU le otorgó inmunidad a cambio de información que había obtenido durante las investigaciones sobre humanos. El general poseía otros datos útiles para los vencedores además de las vivisecciones, ya que la mortal Unidad 731 también inoculó diversas enfermedades infecciosas a prisioneros chinos durante esta misma etapa. La constancia de este hecho ha obligado a que hace escasas semanas el Gobierno japonés comenzará excavaciones en el margen de un hospital donde, según denunció una enfermera, se enterraron a los prisioneros asesinados. Sin duda, se reabre el capítulo más oscuro de la guerra en Japón.


Sobre el autor
Shusako Endo (1923-1996) era católico en un país donde menos del 1 por ciento de la población es cristiana. Sus grandes temas tienen que ver con dilemas morales.
Ideal para...
aquellos que disfruten de la cultura japonesa desprovista de artificios y de las historias sencillas.
Un defecto
Los que busquen datos y anécdotas de la Segunda Guerra Mundial no los encontrarán en este libro.
Una virtud
Sin mostrar grandes pretensiones, Endo consigue inmiscuirnos en una atrocidad desconocida ocurrida en Japón hace más de medio siglo.
Puntuación: 7


Ficha
«El mar y veneno»

Shusako Endo
ático de los libros
208 páginas 18,50 euros


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