San Antonio

«Machete» las fronteras están que arden

El gamberro Robert Rodríguez habla de su nuevo invento, la violenta «Machete», con Danny Trejo, Robert de Niro, Don Seagal y Lindsay Lohan, entre otros, sobre la historia de un vengador latino que transcurre en la frontera de EE UU

Arriba, Rodriguez, un director amante de las experiencias muy fuertes.
Arriba, Rodriguez, un director amante de las experiencias muy fuertes.larazon

Ataviado con un sombrero tejano de color negro, camisa y vaqueros a juego, Robert Rodriguez (San Antonio, 1968) parece una versión «indie» del Zorro. O de su némesis: entre risas, nunca sabes distinguir si te está tomando el pelo o está aburriéndose con tus preguntas. Es un capo del «latin power», un hombre con contactos –Tarantino como cabeza de lista– y un cineasta que no para quieto. Negociante nato y trabajador incansable, Rodriguez volvía a Estados Unidos desde la Mostra de Venecia, donde presentó «Machete» fuera de concurso, para empezar a rodar la cuarta entrega de «Spy Kids». Su cine no se anda con chiquitas, y esta fanfarronada con espíritu de denuncia demócrata es el tarro de las esencias Rodriguez: sangre de tebeo, apariciones estelares con guiño cómplice incorporado (de Cheech Marin a Lindsay Lohan), mujeres en pie de guerra, tipos duros con código de honor y un argumento que, y está hecho aposta, no hay por dónde cogerlo. Crónica de una venganza teñida de crítica social, violenta y cómica a partes iguales, «Machete» parece responder a un patrón de película hecha sobre todo para divertir a los que trabajaron en ella.

-«Machete» parece inscribirse en la prolífica producción de cine «exploitation» de los setenta. El tráiler de la película, que acompañaba al programa doble de «Planet Terror» y «Death Proof», evocaba un estilo de hacer que vinculamos con un cine urgente y descuidado, pero cuesta encontrar títulos que puedan servirnos como referencia...
-No existe ninguna película parecida a «Machete». Quiero decir que he inventado nuestro propio género, al que he llamado «mexploitation». Es un género que debe cumplir unas cuantas condiciones: tiene que lidiar con una cuestión social polémica, debe tener un reparto multicultural, tiene que incluir momentos cómicos, no debe temer a los excesos. Eso es lo divertido de «Machete», y lo que hizo tan popular al tráiler: yo he creado un marco que no existía pero da la impresión de que sí, que tenía sus precedentes. Cuando ves a Danny (Trejo) en el tráiler, crees que lo has visto en cientos de películas editadas directamente en vídeo.

-En lo que se refiere a la denuncia del problema de la inmigración, no podía resultar más oportuna...
-Es lo que hacía el cine «exploitation». Como eran producciones muy baratas, podían reaccionar con rapidez a lo que pasaba a su alrededor, hablar de un tema controvertido que fuera actual para sacar algo de dinero en taquilla. Machete se parece mucho a Rambo: es el hombre insobornable que lucha para frenar la corrupción del sistema. El problema que tiene delante es lo suficientemente grande como para que sus métodos sean épicos, casi propios de un superhéroe. Sí, supongo que Machete es el primer superhéroe latino de la historia del cine.

-«Machete» reivindica la revolución latina ante la podredumbre moral de los gringos. ¿Qué piensa de la ley antiinmigración aprobada en el Estado de Arizona?
-Está claro que el Gobierno tiene que resolver el problema de la inmigración, que no puede seguir ignorándolo. Escribimos el guión de «Machete» hace dieciséis años, pero la realidad nos ha demostrado que su sustrato político sigue siendo relevante. Si la gente continúa buscando soluciones por su cuenta, ya sea en forma de patrullas que impiden la entrada de ilegales o asociándose para ayudarles a cruzar la frontera, es porque el Gobierno no intenta hacer frente común y buscar una manera de poner de acuerdo a todos ante el problema.

-Parece que opta por la conciliación, pero en la película defiende la lucha armada, la revuelta...
-Hay mucha gente que no cree en una política de inmigración que incluye normas que no son consistentes, que cambian depende del país del que procedes, que te ponen más o menos difícil conseguir la ciudadanía si eres europeo o mexicano. De todos modos, estoy seguro de que el Gobierno encontrará una solución para reformar esas leyes que contenten a todo el mundo.

-Es usted muy optimista. El auge del Tea Party parece llevarle la contraria...
-La política de inmigración es una pantalla de humo para ocultar toda la corrupción que concentra el control de la frontera. Eso es lo más difícil de resolver, y de eso es de lo que trata la película.

-Nos esperábamos encontrar con la copia rayada y con los continuos saltos de plano de «Planet Terror», pero no es así. El estilo de «Machete» es más clásico, más funcional.
-Creo que en este caso no tenía mucho sentido envejecer toda la película. Utilicé el mismo truco formal que en «Planet Terror» en el prólogo para que quedara claro que eso ocurre en el pasado.

-Danny Trejo es la película. Resulta imposible separar a actor y a personaje...
-Lo conocí en el rodaje de «Desperado» y de inmediato vi que él era Machete. Tiene carisma, una historia en la cárcel a sus espaldas, y por eso aporta al personaje algo bastante real. Posee el aspecto de un jornalero y a la vez de un superpolicía.

-¿Siguen considerándole un cineasta independiente en Hollywood aunque trabaje con De Niro o lo haya hecho con Bruce Willis? Y si es así, ¿cuál es su secreto?
-No desvelo mis presupuestos (risas). Cuando lo hice con «El mariachi» quería demostrar que el valor de lo que se veía en la pantalla no tenía nada que ver con lo que costó realmente. Los 7.000 dólares de presupuesto eran un argumento de venta. Si quiero hacer una película como «Machete» y llamo a la puerta de los estudios, me preguntarán cuánto dinero quiero para hacerla, negociarán conmigo, me lo darán y el techo de la película se quedará en esa cifra. Si la financio por mi cuenta, y luego vendo a los estudios una película con Robert de Niro, Jessica Alba y Steven Seagal, estoy vendiendo su valor en la pantalla, que es mucho más alto que el valor real. Si digo que costó veinte millones de dólares –y costó mucho menos, os lo aseguro– estoy ayudando a la película, porque el estudio la apoyará para que consiga como mínimo esa cifra en taquilla. Así hacemos negocios los productores y cineastas independientes.


El detalle
BOND LATINO
El rostro de Trejo parece modelado a base de puñetazos. Es fácil imaginárselo en las duchas de la trena, partiendo brazos a quienes quieran darle muestras de cariño. De hecho, la cárcel forma parte de su biografía: fue drogadicto y pasó largas temporadas entre rejas antes de reinsertarse en el mundo laboral entrenando a Eric Roberts para que interpretara a un boxeador en «El tren del infierno». Ése fue su bautizo en los platós: su cara y cuerpo castigadísimos sedujeron a Konchalovski, que le invitó a ser el contrincante de Roberts en el filme. 350 dólares por día de trabajo eran el sueño de un tipo que había estado entrando y saliendo de prisión más de once años, pasado por un programa de desintoxicación y que podía disfrutar de una segunda oportunidad. A sus colaboraciones con Rodriguez se han añadido títulos como «Anaconda» o «Heat». No le asusta el trabajo: en 2002 participó en
la friolera de nueve filmes. Es de los que se han dejado encasillar por su físico, y a mucha honra: en «Machete» se acuesta con toda mujer que se cruza en su camino. Es, dice Rodriguez, el Bond latino.