Pensiones
Crisis y gasto por Carlos Rodríguez Braun
A finales del siglo XIX, Adolf Wagner presentó la ley sobre la Hacienda que lleva su apellido, y que sostiene que el gasto público crece por las presiones para conseguir mejoras sociales a medida que las naciones prosperan. Tanto el economista alemán como sus sucesores apuntaron que la limitación de la presión fiscal también representa una frontera para la expansión del gasto público. Muchos años después, los británicos Peacock y Wiseman apuntaron que las guerras consiguen que los ciudadanos acepten subidas en la presión fiscal mayores que las que tolerarían en otras circunstancias. Pero, claro, una vez que los impuestos aumentan con la excusa de la guerra, los políticos pueden mantener esa mayor presión fiscal cuando llega la paz, sustituyendo los gastos militares por otros que cuenten con la suficiente legitimidad y apoyo popular. Precisamente, esa legitimidad para acometer guerras análogas a las del pasado, con las víctimas y los costes económicos que conllevaron, no se puede reproducir hoy: la llamada guerra contra el terrorismo es incomparablemente menos costosa en todos los sentidos que las guerras mundiales. Pero entonces, ¿cómo conseguirá el Estado consolidar la coacción y lograr la obediencia de sus súbditos? Tiene que atemorizarlos con algo como la guerra: y la crisis económica es un candidato ideal, como lo fue en 1929. Al final, ante la inminencia del hundimiento, los políticos nos subirán los impuestos, y hasta les estaremos agradecidos.
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