Sevilla
OPINIÓN: Tolerancia
Quienes se aproximan desde el periodismo a la boda de la Duquesa de Alba, felizmente consumada ayer bajo un radiante sol otoñal (cambien «sol» por «contrayente» y aplíquenle los mismos adjetivos), lo hacen desde una trinchera. Ya dijo Zola eso de que «hay una manera monárquica y otra republicana de contar el atropello de un perro en la calle», sentencia atinadísima de la que la profesión sale mal parada. Un siglo largo después, seguimos en las mismas. Y no es eso, mire: a la mayoría de los ciudadanos nos repatea por igual el baboseo de los pelotas que las insidias de los «anti». Me dejaría desollar vivo antes que pasar la mañana en una bulla ante el Palacio de la Dueñas pero para nada me incomoda que un importante número de ciudadanos vitoree a un personaje imprescindible en la historia contemporánea de Sevilla en una ocasión especial. La figura se llama «tolerancia» y en los medios no andamos precisamente sobrados de ella. No es un friqui todo el que siente interés por presenciar un acontecimiento social de alto copete ni alcanza el cénit intelectual quien enlaza en un artículo seis iniquidades sobre la ancianidad. Cayetana rima con «real gana». Lleva casi un siglo siendo así. Olé.
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