
Estados Unidos
Indecencia moral

Los jugadores de fútbol, por sorteo, pasan control antidopaje en competiciones nacionales e internacionales. La lista de futbolistas a quienes se detectó la presencia de un producto prohibido es corta. No se puede afirmar que no existan jugadores con la tentación de mejorar su rendimiento ingiriendo algún producto perseguido, pero ello siempre será acto personal. Colectivamente, el dopaje no existe. En los deportes individuales en los que se mide al participante es frecuente toparnos con campeones que lo fueron asistidos por una sustancia prohibida. Ben Johnson, canadiense el día en que ganó el oro de Seúl y jamaicano, según, los canadienses el día en que fue hallado culpable, fue la gran noticia de los Juegos. Las otras grandes decepciones, como la de Marion Jones, han llegado después. Hay atletas que confiesan su delito deportivo tras haber pasado controles en los que no se les halló anomalía. La devolución de medallas ha sido constante en los últimos treinta años.
En el fútbol, la gran noticia fue el positivo de Maradona en el Mundial de Estados Unidos en 1990. Fue por cocaína, adicción que mantuvo un tiempo.
Con el nombre de Eufemiano Fuentes, fuente que está más allá de la sospecha, se ha querido manchar a la selección española que ganó la Eurocopa y el Mundial. Es acto miserable aunque el ventilador de la mierda no pueda ensuciar a quienes ha ganado sin mancha ni sospecha. Todos los futbolistas españoles que han sido sancionados por dopaje caben en una berlina. La comparación es más que odiosa. Es pura maldad. Es indecencia moral. Un atropello.
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