Historia
Pantalones
Podría decirse que nunca unos pantalones causaron tanto revuelo como los que lució la Princesa de Asturias el día de la Hispanidad. Yo reconozco que ni me había fijado hasta que me desperté al día siguiente con todos los corros de chisme matinal revolucionados por la dichosa prenda. Discutiendo si encajaban o no con el protocolo. Pues vaya, la verdad es que hay mucho que discutir sobre el protocolo en estos casos. ¿Es imprescindible llevar falda corta para que se alce volandera al paso de los acorazados, o se puede ir abrigada hasta los pies? La polémica me recuerda al día que Carme Chacón se puso un corte de esmoquin para presidir un alarde militar. Cabe afirmar que si una ministra puede hacerlo, con más razón puede hacerlo una princesa, con permiso para cubrirse las canillas ante los vientos de la Historia y las voces estridentes del pueblo.
Otra cosa sería plantear la cuestión de si las damas de la Familia Real deberían tener algo de instrucción militar y derecho a lucir uniforme, a ser posible con galones y medallas, que seguro que les quedarían muy bien y harían acallar cualquier protesta. Aquí lo malo es que siempre acaba surgiendo la especulación acerca de quién lleva en casa los pantalones, que en un país con tan poco respeto a la autoridad como el nuestro suele dar pábulo para comidillas. Respecto a los de Letizia, sólo habría que decir que tenían un aspecto algo desfasado de moda, con un toque acampanado que podía ser vanguardista en los años 30 y circunstancial en los 70, pero con pinta hoy en día de haber salido de algo más profundo que el fondo del armario. Un pequeño desliz en quien todos los modistos españoles sueñan con cubrir de paños. Claro que peor sería volver al cuento del rey y los falsos halagos ante el traje invisible. Yo creo de todos modos que igual que Fernando VII llevaba pantalón, lo mismo puede hacer la Princesa, con un par. Sabiendo que el paso de las armas deja manchas que luego se quitan muy mal.
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