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España a crecer
Mientras esperamos ansiosamente volver a crecer, conviene recordar lo que hemos crecido: en el último siglo y medio un 2,5 % anual (y un 1,9 % anual en términos per cápita). No lo hicimos de forma estable. Leandro Prados de la Escosura y Joan R. Rosés («The sources of long-run growth in Spain, 1850-2000») señalan que entre 1950 y 1974 el PIB por habitante aumentó siete veces más rápido que en todo el siglo anterior.
En España hubo épocas donde primó la acumulación del capital, como en los ferrocarriles y la minería en la segunda mitad del siglo XIX, o la electrificación, pero el crecimiento depende complementariamente del capital y la productividad, elemento que según la teoría tiende a predominar cada vez más cuando el crecimiento ya está en marcha. Pero en nuestro país la productividad parece frenarse, compensándose con el aumento de las horas trabajadas: España no es capaz de combinar crecimiento del empleo y de la productividad al mismo tiempo. Me apunta Prados de la Escosura que en la desaceleración de la productividad de los factores a partir de 1987 ya no hay resquicio para los aumentos de eficiencia derivados de cambios estructurales: transferencia de mano de obra del campo a la ciudad, reconversión industrial y el aparentemente mayor nivel educativo no ha supuesto un incremento sustancial de capital humano.
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