Actualidad

OPINIÓN: A Jesús Berzosa

La Razón
La RazónLa Razón

Pronto vas a dejar atrás, con la jubilación, una vida profesionalmente dedicada a la atención de la mujer en estado de buena esperanza, como antes se solía decir. Durante tantos años de atención clínica en el -ahora a punto de cerrar sus puertas- hospital General Yagüe de Burgos, han pasado por tu servicio muchas mujeres, cada una de las cuales habrá puesto en tus manos esas dos vidas que, en el fondo, todos vivimos: la propia y palpitante de cada uno y aquella otra que esperamos vivir algún día, tal vez cuando nos haya abandonado para siempre la primera, la única que tenemos. Claro que una mujer, cuando va a ser madre, no necesita esperar más que unos meses lo que algunos esperamos toda la vida. Ser madre es traer a este mundo no sólo la vida sino también la esperanza que toda vida nueva necesita para ponerse en pie. La vida es breve, es un instante lo que necesita para ponerse en pie. La vida es breve, es un instante lo que necesita para ver la luz y otra para dejar de verla. La esperanza, en cambio, es larga y sedienta, como una ruta en el desierto. Hace falta mucha esperanza para ser madre; mucho tiempo y mucha ayuda silenciosa. No extraña, pues, que, como tú mismo has venido advirtiendo durante años, ser madre se haya vuelto cada vez más difícil. No hay sitio en la posada para el Hijo de Dios. No hay tiempo para ser padre o madre en esta sociedad sometida a las exigencias de un modelo económico que ha reducido el arte de vivir a técnica de producir y consumir. Yo me sonrío cuando veo a los empresarios y economistas interesados por la espiritualidad. Como exclama Machado, «¡qué fácil es volar, que fácil es!/todo consiste en no dejar que el suelo/se acerque a nuestros pies». Mejor que espiritualidad, lo que necesitan ellos y nosotros es cultura de la vida. La que tú has adquirido en tus años de servicio.