España
«El Boca» un violador imparable
Tras cumplir 21 de los 44 años de condena por la violación y asesinato de una niña, José Francisco de la Cruz ha sido detenido en Madrid tras violar, presuntamente, a una indigente
Madrid- Después de tres meses, «El Boca» ha vuelto. Fue el pasado abril cuando José Francisco de la Cruz, asesino y violador de la niña Ana María Jerez, de 9 años, salió en libertad de la cárcel tras cumplir 21 de los 44 años de condena. Y tal y como adelantó entonces LA RAZÓN, ha campado a sus anchas y sin ningún control por toda España. Su último destino ha sido Madrid. Y, como muchos se temían, no ha podido reprimirse.
Los hechos ocurrieron pasadas las 00:00 horas de este miércoles, en las inmediaciones de un albergue del distrito de Moncloa, que frecuentaban tanto el agresor como la víctima. Según informan a este diario fuentes policiales, «El Boca» abordó a la mujer, una indigente de 39 años, la amenazó con un cuchillo de monte y la obligó a practicarle una felación. Poco después, la mujer acudió a la comisaría de Moncloa-Aravaca para poner la denuncia. La víctima fue trasladada hasta las oficinas del Servicio de Atención a la Mujer (SAM), donde estudiaron sus ropas con el fin de encontrar los restos biológicos del agresor. Después, se estableció un dispositivo policial para dar con él.
Finalmente, fue «El Boca» el que se delató a sí mismo. A las 18:30 horas del miércoles, la Policía recibió una llamada del albergue. El presunto agresor estaba amenazando, con el mismo cuchillo que empleó en la violación, a dos empleadas del local. Gracias a que la mujer identificó al agresor en una fotografía, agentes de la SAM descubrieron que «El Boca» estaba detenido por amenazas, por lo que fue detenido por violación tras pasar la noche en comisaría.
¿Estamos, una vez más, ante el caso de un agresor puesto en libertad antes de tiempo? Curiosamente, ayer se conoció que otro ex convicto, José Rodríguez Salvador, conocido como «el violador de Vall d'Hebrón», salía en libertad tras cumplir 20 años de prisión tras ser condenado a 311 años de cárcel por 17 violaciones.
«Son casos que hay que abordar con mucho sentido de la responsabilidad por jueces y médicos, mirar muy bien a quién se le concede la libertad», explica el psiquiatra forense Lluís Borrás. El experto explica que los tratamientos contra los agresores «son bastante efectivos, porque consiguen que no reincida el 70%». ¿Y el 30% restante? «Siempre hay un grupo que reincide, debido a que tienen alguna característica asociada que les hace muy peligrosos. Por ejemplo, aquellos violadores que tienen psicopatía y no albergan sentimientos de culpa. Éstos siempre reinciden. Y hay que tener mucha precaución a la hora de concederles la libertad porque son muy peligrosos».
En su opinión, se deberían tomar medidas especiales con este tipo de violadores una vez que finaliza la condena. «Una solución podría ser que escogieran entre ser ingresados en un centro psiquiátrico o ser sometidos a un tramiento farmacológico que controlara sus impulsos». Es lo que se conoce –«incorrectamente», según Borrás– como castración química. «Son fármacos antiepilépticos, antipsicóticos, antidepresivos, hormonales... Todos ellos pueden disminuir la libido y bloquear los impulsos sexuales», señala el psiquiatra.
«Si no cadena perpetua, que se podría revisar, estos individuos deberían ser objeto de un seguimiento exhaustivo», opina Tina Alarcón, presidenta del Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (Cavas). Y es que, si bien es cierto que «existe un perfil de agresor para el que unos años de cárcel sí son disuasorios», también hay otro tipo, como el que nos ocupa, que «son reincidentes e incluso suelen hacer desaparecer a sus víctimas». Para Alarcón, nuestras cárceles deberían albergar «equipos sociales que valoraran que determinados delincuentes no pueden salir de la cárcel».
En primera persona
Adoración Cano/ Madre de Ana María Jerez
«Mucho ha tardado en delinquir»
Adoración Cano es la madre de la anterior víctima de «El Boca», Ana María, una niña de 9 años que fue violada y asesinada en 1991. No se siente extrañada –«mucho ha tardado en delinquir», dice–, sino desolada: «Me indigna que le hayan regalado 23 años cuando aún debería de haber estado en la cárcel», aseguró a Efe. Al recordar lo sucedido hace dos décadas revive el dolor. «Mi vida está rota y nunca voy a superar la muerte de mi hija». Por ello animó a la sociedad a armarse de valor y luchar para que personas como ésta cumplan las condenas «íntegras». En última instancia, Cano ve también el lado menos negativo: «Gracias a Dios que esta actuación no ha costado la vida a otro menor».
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