Sevilla
Siete Dolores de cabeza
Ni uno ni dos. Los seis toros. Uno detrás de otro. Cual calvario. Penitentes sevillanos y visitantes. Estoicos aguantamos. Heroicos los del ruedo. Infumable todo lo que ocurría en el redondel, que más que misterioso simulaba un campo de batalla. De ahí a los motivos por los que uno paga una entrada para disfrutar del toreo, un abismo irreconciliable.
Menudo petardo ganadero. Cuando pensábamos que la historia estaba fulminada, perdió las manos el que cerraba plaza. Tan determinante, que sacó el pañuelo verde el presidente, supongo que con la sensación, como todos, de que el sobrero de Dolores Aguirre que esperaba en toriles no nos traía nada bueno. El titular, al ver abierta la puerta por donde había salido se fue raudo, dejando en el ruedo a los cabestros.
Y más de uno hubiéramos tomado rumbo al Guadalquivir si no hubiera sido por la profesión y el decoro. Dolores Aguirre lidió ayer una corrida seria, muy seria, y astifina. Pero ya está. Los «pendejos» de sus toros nada supieron de embestir, brusquedad, arreones a la defensiva y hachazos. Y huidas, en los capotes, ante el caballo, post caballo, miradita a tablas en la muleta, salían sueltos sin saber muy bien adónde acogerse. Qué trauma.
Antonio Barrera lo defendió muy bien en el primero, buscando en la inercia de la velocidad que al menos el animal avanzara en el viaje. Lo consiguió en alguna tanda, hasta que el de Dolores racaneó las arrancadas y entonces ya aquello más que embestir era un rebrinco y más que toreo la misión de salvar la papeleta. Arrollaba el cuarto, que había salido suelto de todos los tercios. Lo peleó Barrera, lo sudó y a mitad de faena medio engañó al toro para que se tragara algunos derechazos. Suponía un oasis en el desierto. Se tiró a matar con mucha entrega y verdad.
Salvador Cortés se llevó el lote más flojo. Al segundo lo dejaron en el ruedo y se cayó antes, durante y en el infierno seguirá lastimado también. Imposible. El quinto penaba de justeza de fuerza, y de ánimo, o desánimo, si es que los toros lo pueden tener. Intentaba Cortés buscarle las vueltas y el toro se echó. Tantas veces como fue necesario. Y tan a gusto. Al calor de las tablas hasta que aquello se acabó. Qué imagen más desatinada de la corrida ¿torista? ¿turista? Qué sé yo.
Alberto Aguilar se ganó el sueldo. Y hasta un sobresueldo le podría caer. Dos prendas le cayeron en suerte. Salió suelto el tercero desde que abandonó toriles. ¿Para qué?, pensaría el toro. Así que ya puesto, corrió sin rumbo todo lo que quiso y cuando no le quedó otra que ir a la muleta de Aguilar lo hizo con la idea de llevarse carne fresca. Muy complicado estar delante. El sexto, vamos ya al sobrero para no perder más tiempo, manso con peligro que en vez de embestir pegaba hachazos. Lo dicho, siete Dolores de cabeza y un alma caritativa que nos reconcilie con el toreo, por favor.
Sevilla. Segunda de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Dolores Aguirre, serios de presentación, complicados y malos todos, hasta el sobrero que salió en sexto lugar. Dos tercios de entrada. Antonio Barrera, de caña y oro, tres pinchazos, media, aviso, descabello (silencio); estocada, aviso (saludos). Salvador Cortés, de blanco y oro, metisaca (silencio); pinchazo, aviso (silencio). Alberto Aguilar, de berenjena y oro, dos pinchazos, estocada caída (silencio); pinchazo, media, aviso, pinchazo, media baja (silencio).
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