Teherán
Ataques a embajadas por Cástor Díaz Barrado
No es frecuente que se produzcan ataques a embajadas y legaciones diplomáticas. Los estados suelen ser respetuosos con una de las reglas básicas de las relaciones internacionales que convierte en «sagrada» la inviolabilidad de estas instalaciones y la defensa de las personas que representan a los estados extranjeros. En ocasiones acontecen hechos en sentido contrario. No son actos vandálicos, no tienen un carácter de anécdota, no son reacciones espontáneas incontrolables, suponen mucho más: una violación grave e inaceptable y una renuncia a la voluntad de convivir pacíficamente en la sociedad internacional de quienes promuevan o faciliten los asaltos a recintos diplomáticos. La ocupación durante la pasada semana por un grupo de personas de legaciones británicas en Irán no es un hecho aislado. En 2007 se produjo un incidente de menores consecuencias, pero, en 1979, tuvo lugar uno de los hechos más serios, cuando «estudiantes» iraníes ocuparon por más de un año las oficinas consulares de EEUU en Teherán. El Tribunal de La Haya condenó a Irán y asentó, por si hiciera falta, un principio necesario y útil para la convivencia internacional. En la mayoría de los casos los responsables no son particulares y, si lo fueran, el Estado debe adoptar penas muy severas contra los infractores. Establecer relaciones entre estados significa que se asume el compromiso de salvaguardar las instalaciones y, mucho más, garantizar la vida, la libertad y la integridad de las personas que cumplen sus labores diplomáticas y consulares. Irán es el responsable directo de lo que ha sucedido en las sedes británicas en estos días. Tiene la obligación internacional no sólo de depurar las responsabilidades de los que participación en esos actos, y dar a conocer las medidas adoptadas, sino, también, de resarcir y satisfacer las demandas británicas e internacionales. Irán no puede permitir que se ataquen misiones extranjeras en su territorio. Estos comportamientos de asalto, ocupación y destrozo, más aún para los reincidentes, producen consecuencias y hay que combatirlos. Las autoridades de Teherán tienen la oportunidad de explicar el desarrollo de su programa nuclear, los demás estados pueden decidir las medidas que, dentro de la legalidad internacional, les parezca convenientes en relación con este programa. Pero, en ningún caso, las protestas de la población o de las autoridades iraníes por el debate nuclear deben proyectarse sobre los edificios o personas que representan a los estados. No sólo el Reino Unido y la UE deben reaccionar e imponer sanciones contra el régimen iraní. La ruptura de la inviolabilidad de la Embajada británica es un atentado contra la comunidad internacional. No hay religión, ideología ni posición política ni motivos históricos que justifiquen la lesión a embajadas y oficinas consulares. Ésta es una de las pocas formas en las que no se pueden expresar las discrepancias entre los estados.
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