Cataluña
Alternativa política
La palabra regeneración ha sido una continua fuente de desdichas para los españoles. Significa la aspiración de librarse de la política por una parte de nuestras elites, de derechas o de izquierdas, es lo mismo, aunque más de las primeras. El término se utilizó mucho a principios del siglo XX, cuando las minorías dirigentes no sabían cómo democratizar el sistema liberal. Al final, el regeneracionista por antonomasia fue Primo de Rivera, que mandó a paseo a todos aquellos políticos que no querían hacer política. Entre las consecuencias de la mentalidad regeneracionista está también, por lo menos en parte, el nacionalismo catalán o mejor dicho, la hegemonía nacionalista en Cataluña.
El nacionalismo catalán surgió en España a finales del siglo XIX, en un momento de debilidad de las organizaciones políticas nacionales, enfrentadas a una tarea que no sabían cómo llevar a cabo. La cuestión era pasar de los partidos de notables, de las elecciones controladas y del gobierno de las minorías, a la competencia electoral auténtica, los grandes partidos, la primacía de la opinión pública. Como si dieran por fracasada la acción política, los dirigentes españoles se empeñaron en la «regeneración», una especie de limpieza general que sería previa a la instauración del nuevo sistema. Entre los candidatos que se ofrecieron a hacerlo estuvo, justamente, el nacionalismo catalán. Y los conservadores españoles, aun antes que los liberales, mordieron el anzuelo. Así que se retiraron de Cataluña y dejaron el principado en manos de aquel movimiento, que parecía al mismo tiempo nuevo y conservador, incluso tradicionalista.
Desde entonces, la tentación se ha repetido a lo largo de la historia, y como los nacionalistas catalanes han sido un ejemplo de constancia y de capacidad estratégica, Cataluña ha quedado, en muy buena medida, en manos de los nacionalistas, los mismos que han creado la nacionalidad catalana (aunque esta sea otra cuestión). Aun así, no todo en Cataluña es nacionalista, como lo demuestra el batacazo electoral de un Partido Socialista empeñado en mimetizar al nacionalismo, y, sobre todo, el buen resultado conseguido por el Partido Popular, con Alicia Sánchez-Camacho a la cabeza.
El Partido Popular ha conseguido plantear la posibilidad de una alternativa al nacionalismo dentro de Cataluña, sin preconizar por ello ruptura alguna. Además, el Partido Popular da voz a quienes consideran natural la articulación de Cataluña con el resto de España, y eso dentro de una nación española pluralista e integradora. El centro derecha parece haber comprendido por fin la necesidad de estar presente como fuerza política en un escenario que se había acostumbrado a abandonar, ya fuera dejando el campo libre a los nacionalistas o planteando una oposición radical a la «nacionalidad catalana» que es, por otra parte, un hecho ya irreversible. La prueba de que se han dejado atrás aquellos errores vendrá cuando Rajoy, llegado el momento, deje claro que considera que la presencia de un Partido Popular de estas características no es negociable en Cataluña. Así quedará superada la tentación regeneracionista.
✕
Accede a tu cuenta para comentar