Libros
Empujando por María José Navarro
Me estoy dando cuenta de que últimamente estoy muy coñazo. Muy aburrida. Muy densa. Ya sé que mi indigencia intelectual no me da para esa supuesta densidad, pero en mi nivel cero o por debajo de cero, también se puede ser intensamente idiota. Lo cierto es que el cuerpo me pide regresar a mi tontuna permanente, pero los viernes, a la hora del café, y después de que Soraya salga a levantar sus cejas y a decirnos que todo lo que nos pasa nos lo hemos ganado, tengo un cabreo como una mona. He pensado llevar siempre una plancha en el bolso y enchufarla cuando me venga el calentón. Puesta encima de un muslo, se te quitan bastante los problemas, esa es la verdad. También es verdad que los datos que conocemos casi a diario, los pronósticos, los diagnósticos, las previsiones, las posibilidades, no ayudan a remontar. Sobre todo, los datos del paro. Así que vive una, vivimos casi todos, en el temor permanente, en el miedo, en la sospecha de que pendemos de un hilo. Ya no sabemos si podremos conservar ni nuestra casa, ni nuestros ahorros, ni, por supuesto, nuestro trabajo. Dichosos los que aún lo tenemos. Hay pocos alicientes para cambiar el careto, pero tenemos que buscarlos. Se trata, tal vez, de pensar que aquella vida generosa nos engañó, nos convirtió en una sociedad cortoplacista y boba, así que quizá ahora estemos más cerca de lo templado. Se trata, quizá, de recuperar la tranquilidad e incluso la esperanza. Recuperarla con buen ritmo. Empeñarnos en ella. Si no lo hacemos entre todos, puede que estemos enterrando definitivamente a los parados. Hay que empujar para crear. Al lío, nenes.
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