Elecciones europeas

A quién quieres más a papá o a mamá

Ante una votación imprevista, la mejor de las sonrisas y una consigna que repetían como la tabla de multiplicar para aprendérsela de memoria: «Aquí todos somos compañeros». Los militantes socialistas de Madrid se conjuraron para celebrar lo que un miembro de la agrupación de Móstoles definió como «la fiesta de la democracia». Sin embargo, dentro de la normalidad existía una anomalía

A quién quieres más a papá o a mamá
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Por primera vez tenían que votar por dos candidatos para la Asamblea de Madrid o dicho de otra manera: con su terquedad, Tomás Gómez les había puesto en un brete que no recordaban desde pequeños, cuando a algún desaprensivo le daba por preguntar: «A quién quieres más, ¿a papá o a mamá?». Pues en estas estuvieron los socialistas madrileños ayer, depositando su voto en la urna en una jornada electoral grisácea, plana, como el cielo de Madrid, aunque con algunos conatos de tormenta de las que descargan electricidad y poco más. Habían asimilado bien el discurso oficial de Gómez y Jiménez: «Aquí la única que pierde es Aguirre», decían en voz alta; en susurros algunos hablaban de que sí, «estamos contentos porque las primarias son un ejercicio de transparencia, pero ha sido pa' habernos mataó», comentaba sotto voce un votante de la agrupación de Carabanchel, que reconocía que había votado a Jiménez «porque tiene más personalidad y carácter». La agrupación de Móstoles estaba en todas las miradas.

Clausurada por Gómez, los militantes pudieron ejercer su voto en su sede, austera, pero en la que no faltaban las fotografías de Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Largo Caballero, Zapatero... ¿y Felipe González? «Uy, hija, pues no sé por dónde estará su retrato, pero tienes razón, también debería estar aquí», comentaba una mujer. La sede está en la calle Empecinado. Por casualidad o por causalidad responde al carácter de los militantes de esta ciudad después de que Gómez les ningunease y Ferraz les devolviera su entidad, evidenciando una vez más el desencuentro entre el candidato y el aparato del partido. «Yo te entiendo, de verdad, no he votado a Gómez porque después de lo que nos hizo aquí... Se la he devuelto», decía un votante en Móstoles a un compañero de partido, con el que al parecer había tenido un conflicto -eran compañeros del alma, pero no de voto- sin enterarse por las habladurías de terceros. De la supuesta tensión vivida por la mañana, a las cinco de la tarde, nada de nada. Como en las buenas familias, los trapos sucios se lavan en casa. Y es que ayer la «familia» cerró filas. Lo que no se sabe es si también cicatrizó heridas. Votar a Tomás Gómez o a Trinidad Jiménez creaba pequeños cismas familiares, como el que vivió una hija, que no se fiaba que su padre le hubiese puesto en el sobre la papeleta deseada. «Dámela papá que lo compruebe, que no me fío», le decía a su progenitor. A las seis de la tarde, en esta agrupación había votado el 60% del censo. «Lo importante es lo que pasará el día cuatro (por hoy)», afirmaba un señor de mediana edad. «Ya, pero se puede convertir en un arma arrojadiza de la que sacará beneficio el PP», contestaba una señora, a la que se le notaba que no le había gustado ni un pelo el órdago de Gómez, y que resumía la incertidumbre de una jornada electoral por sorpresa: A partir de hoy, ¿qué?.