Sevilla
Aquí todo vale por Reyes Monforte
Lo bueno de la pésima maquinaria judicial que nos asiste es que, pase lo que pase y diga lo que diga un juez, un abogado o un acusado, la capacidad para sorprendernos permanece intacta. Cuando lo primero que argumenta una persona para defenderse es que se acoge a su derecho a mentir, poco podemos esperar de la Justicia que no entre dentro de los parámetros del espectáculo y del esperpento.
El abogado de Bretón nos recordó que su cliente tiene derecho a mentir porque en un proceso penal es el único que puede hacerlo. Oiga, será todo lo legal que usted quiera, pero da vergüenza ajena y reafirma la imagen poco seria de la Justicia, repleta de triquiñuelas legales y de derechos al servicio de todos menos de las víctimas.
Es algo tan reprobable como ver a los jueces que juzgan al asesino confeso Breivik, procesado por la matanza de 77 personas en Noruega, estrechándole la mano como si fuera el hombre más respetable del mundo: será costumbre en aquel país, pero apesta y decepciona. El hecho de que sea legal no lo legitima como justo, pero eso se la trae floja a abogados y jueces. Mientras unos defienden su derecho a mentir, el derecho de unos niños a vivir su infancia sigue sin respetarse. Que continúe el espectáculo.
Lo mismo mañana se le ocurre a alguien acogerse a la quinta enmienda como hizo un matrimonio gitano – harto de ver películas norteamericanas– en un juzgado de Sevilla en 2007, para evitar declarar contra ellos mismos. «Señora jueza, me agarro a la quinta enmienda», dijo el acusado. ¡Qué más da! Aquí todo vale.
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