Nueva York
La UE no sigue a Francia y mantiene su apuesta por las sanciones financieras
Ni las presiones de Nicolas Sarkozy ni el avance de las tropas de Muamar el Gadafi sacaron ayer a los líderes de la UE de su posición de espera. El presidente francés no arrastró tras de sí a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete, reunidos en Bruselas, quien con el respaldo del «premier» británico, David Cameron, defendió una posición más firme e intervencionista para derrocar al dictador libio.
Tras un duro debate entre los intervencionistas y la mayoría de países, liderados por Alemania y vivamente respaldada por otros socios centroeuropeos como Austria o Rumanía, los Veintisiete se alinearon con la posición de la OTAN y volvieron a insistir en que la creación de una zona de exclusión aérea –que implicaría ataques aéreos– o cualquier otra intervención militar debe contar con el aval de las Naciones Unidas y la Liga Árabe. El párrafo de las conclusiones, aprobado por los líderes en el Consejo Europeo, y añadido en la última versión tras la discusión, dice que para proteger a la población civil, los Estados miembros examinarán «todas las opciones necesarias», siempre que haya «una necesidad demostrada, una base legal clara y el apoyo de la región». El texto no menciona explícitamente la necesidad de una resolución del Consejo de Seguridad, que ahora mismo bloquean China y Rusia, con poderes de veto en Nueva York. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, añadió más confusión al decir en la rueda de prensa posterior que la resolución «podría ser» la base legal, pero dejando la puerta abierta a otras alternativas. Sarkozy indicó que «un mandato de la ONU es necesario, preferible, pero si no lo hay (...) ya lo veríamos en ese momento», en caso de que hubiera, por ejemplo, un nuevo bombardeo sobre la población. Fuentes españolas, sin embargo, vincularon cualquier intervención a la aprobación de una nueva resolución del Consejo de Seguridad, ya que la única fuente de legalidad internacional es la Carta de Naciones Unidas. El empuje del dirigente, que fuentes diplomáticas atribuyen fuera de micrófonos a una necesidad de recuperar la iniciativa tras la mala gestión de la crisis de Túnez y su caída de popularidad, sí consiguió que sus socios reconocieran al Consejo Nacional Libio de Transición como «un interlocutor político». De nuevo, el malabarismo verbal dejó satisfecho a todos, ya que, frente a las presiones de Sarkozy, que pidió reconocerlos como representantes del pueblo libio, Alemania cuestionó su legitimidad. Quien sí perdió «toda la legitimidad» para los líderes es Gadafi, quien ha dejado de ser un interlocutor para la UE, y a quien exigieron que ceda «inmediatamente» el poder. Para echarle, más que en la intervención militar, la UE confía en la capacidad de estrangulamiento financiero y se barajan nuevas sanciones a las empresas gasísticas y petrolíferas, según portavoces diplomáticos. No obstante, como el propio presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, reconoció, «el tiempo se acaba», la resolución de la ONU no llegará a corto plazo y la Liga Árabe permanece dividida. La espera de Europa se ha convertido en ventaja para Gadafi.
Sarkozy y las armas químicas
El presidente galo estaba dispuesto a arrastrar a sus socios europeos a cualquier precio y agitó incluso el fantasma de las armas químicas de Gadafi. Con la memoria del pufo de Bush en la Guerra de Irak, introdujo en el debate su uso contra la población como «casus belli» para intervenir. Fuentes españolas indicaron que contaban con información «fiable» de que la amenaza podría ser real, aunque todo terminó por ser un intento de fogueo y el tema no llegó a la mesa de discusión de los Veintisiete.
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