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El terror sube al ring

Stephen Gallagher viaja al periodo victoriano en «El reino de los huesos»«El reino de los huesos»Stephen GallagherMartínez Roca414 páginas,21 euros.

El terror sube al ring
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La vuelta al pasado victoriano es una de las opciones historicistas que está renovando los géneros populares, principalmente la ciencia ficción, pero también los «thrillers» de intriga y terror. La novela gótica, diversificada en subgéneros, está conociendo un resurgimiento «camp» gracias a los escritores retro que buscan en la era de la máquina de vapor una estética donde situar la acción de estos nuevos híbridos del «steampunk». «El reino de los huesos», de Stephen Gallagher, está protagonizada por personajes reales, otra de sus características singulares: el boxeador Tom Sayers, mito de finales del siglo XIX en Inglaterra, y Bram Stoker, famoso autor de «Drácula», testigo de una historia de posesión infernal, parecida a su germinal novela de vampiros.

Pasado gótico
El «errabundo» es la encarnación del mal, una maldición como la del conde Drácula, condenado a llevar una existencia sin final, al modo de «Melmoth», de Maturin. La historia trata de encontrar su identidad en el homenaje al pasado gótico de sus protagonistas y un nuevo enfoque más racional de los fenómenos sobrenaturales. La narración la conduce un ingenuo y altruista detective de la agencia Pinkerton, Sebastian Becker, que se alterna con la del boxeador Sayers, obsesionado con una mujer poseída por el deseo del mal, y Bram Stoker, observador del renacimiento de las ciencias ocultas en plena era de la revolución industrial. Uno de sus artífices fue Samuel Liddell, especialista en ocultismo y sectas satánicas, amigo de Bram Stoker. El subgénero neovictoriano gusta de los teatros de variedades, las sociedades ocultas y los melodramas folletinescos, al modo de la novela gótica que aquí se recrea. Un «amour fou», una obsesión malsana que busca su propia perdición.

Además de la fantasía y el cambio de perspectiva moral, el recurso a la estética victoriana busca seducir al lector con las descripciones de un mundo en el que el racionalismo tecnológico andaba de la mano de la reacción romántica en contra de las luces, y la literatura popular rebuscaba en el Medioevo castillos de Otranto con los que conjurar los temores ante el cambio de mentalidad, algo similar a lo que sucede hoy, sólo que para Gallagher estos temores son metáfora alusiva a la crisis digital.