Barcelona

Plaza de Cataluña por Alfonso Ussía

La Razón
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La Bandera de todos y la Señera abrazadas y unidas en la Plaza de Cataluña de Barcelona. Decenas de miles de ellas. Ni un mensaje insultante. Familias enteras y muchas sonrisas. Muchas pistolas tendrá que comprar TV3 para disparar contra todos los asistentes a la manifestación de la unidad. La verdad es que el disparo que hirió al Rey en el deleznable programa de la televisión nacionalista catalana le ha afectado poco. Ha pasado revista a su Guardia Real a pie, doliente pero recuperado. Y el tiro a Salvador Sostres le ha inspirado para escribir un gran artículo. El nacionalismo separatista ha perdido por su mal estilo. Y para colmo, les ha caído del cielo, como un fardo insoportable, Ernest Maragall, el hermanísimo, un tostón de tío.
Para llegar a la plaza de Cataluña nadie ha fletado autobuses ni ha abusado de prebendas provenientes del dinero público. Soy parcial, claro, porque me siento español y no concibo una España sin nuestra amada Cataluña. Los socialistas se han desmarcado. ¿Qué les pasa a los socialistas con España? ¿Por qué les molesta tanto España? Lo lógico es que Carmen Chacón, por poner un ejemplo, hubiese formado parte de la gran multitud que hoy se ha reunido en Barcelona para recordar a los separatistas que una gran Cataluña se siente tan española como catalana. Tendría que haberlo aprendido durante los años que fue ministra de Defensa. Pero no. Al final les sale a todos los socialistas el amargor antiespañol del pasado siglo. De los comunistas ni me canso en analizarlo. Lo suyo no es amargor, sino odio. Sus antecesores, al menos, querían una España roja. Los de hoy sueñan con destrozar España, y colaboran para ello con gran entusiasmo.
Ayer se manifestaron en Barcelona los catalanes que sienten España como suya. Les viene el sentimiento desde más allá de cinco siglos de hermandad. ¿Por qué no se insulta, por qué no se hiere, por qué no se molesta a quien no coincide con sus ideas en estas manifestaciones? Porque el sentimiento español quiere, y el sentimiento separatista odia. No tienen pistolas para herir a tan alarmante –para ellos– número de catalanes que no quieren elegir entre su padre y su madre.
Muchos de los acomodaticios que votan a CIU por temor a no ser reconocidos por el sistema establecido, quizá han encontrado hoy la respuesta a su mansedumbre. No pasa nada por sentirse español y catalán simultáneamente. Y aquí está prueba. Hoy no se han movido los fajos de billetes para premiar a los organizadores de la manifestación. Hoy no han pagado los contribuyentes catalanes ni desplazamientos, ni comidas, ni dietas, ni símbolos ni pancartas. El Gobierno de la Generalidad, mientras ondean decenas de miles de Banderas de España y Señeras en la plaza de Cataluña, está reunido, contando uno a uno los billetes que hasta casi seis mil millones de euros les han mandado desde Madrid, la aborrecida «Madrit», para tapar los agujeros de su derroche. Que cuenten, que cuenten mientras Barcelona se tiñe de unidad y fraternidad.
En Madrid han desfilado los militares ante el Rey. Para ello se han gastado quince veces menos que los nacionalistas para sufragar su manifestación de la Diada. Novecientos mil euros. Y no se ha notado, porque lo que ha desfilado ante el Rey ha sido el honor. (A cuento viene. Ya me dirán los de Protocolo por qué han situado a la Infanta Elena fuera de la Tribuna Real, y para colmo, al lado de Rubalcaba. Se me ha antojado una deslavazada grosería). Y termino, que hoy es día de efusiones hermanas. Unos, a contar los fajos y los otros a recordarnos lo que significa España.