Nueva York
Amando de Miguel: «No me gusta que me disfracen los alimentos»
Seguro que algún día los académicos de la lengua aceptarán el nombre de Amando de Miguel como sinónimo de sociólogo. Fue el primero que colgó ese cartel en la puerta de un despacho. Desde entonces han pasado muchos años, pero él sigue estudiando escrupulosamente el comportamiento de la sociedad que le tocó vivir. Los universitarios que han tenido la fortuna de gozarlo, los oyentes de la radio y los lectores de sus obras saben que mientras siga ahí siempre habrá una voz que llame al orden.
Esta semana ha presentado su último libro «Memorias y desahogos». ¿Cómo fue?
-Magnífico. Hubo unas setecientas personas, tantas que no cabían y lo tuvieron que ver a través de las pantallas en unas salas adjuntas. Me sentí muy querido.
-¿Se trata de un libro de memorias?
-Sí, aunque no es sólo una narración autobiográfica sino una interpretación de la sociedad que me tocó vivir. Yo nací en un pequeño pueblo de Zamora, de allí pasé a San Sebastián, luego a Madrid, Nueva York, Columbia… lo que he hecho es verter toda esa experiencia en mis escritos.
-¿La sociedad ha cambiado a mejor o a peor?
-Sin duda a mejor. Por muchos elementos negativos que haya ahora no son comparables a la España de la miseria que nos tocó vivir a la gente de mi generación. Tenga en cuenta que son muy pocos los países del mundo que han experimentado un cambio tan fuerte como el nuestro.
-Cuando mandaba la derecha le tildaban de izquierdista y ahora ocurre lo contrario, ¿por qué?
-Porque siempre he estado a la contra y procuro ser independiente. Me censuraron en el franquismo y me han censurado ahora, aunque por fortuna ya no te mandan a la cárcel como antes. Lo curioso es que yo nunca sentí la garra de la censura por opinar o pensar, sino por contar la realidad.
-Los años cambian la forma de pensar?
-Claro, se va madurando y las cosas no se ven de la misma forma. Yo he sido socialista y ahora no lo soy.
-El día 23 le dieron el premio «Mayores en acción» por continuar con su vida laboral cuando ya se han cumplido más de 65 años. ¿Cómo se mantiene la ilusión por el trabajo a esas alturas de la vida?
-Nos lo dieron a tres personas, al doctor Barraquer, al pianista Achúcarro y a mí. Curiosamente los tres coincidimos en que el secreto está en no dejar de trabajar ningún día. Achúcarro contaba que el único día que deja de tocar el piano es el cuando tiene un vuelo transatlántico.
-¿Le gusta el paté?
-No mucho. A mí me gustan las cosas que se vean claramente lo que son, es decir, que las castañas sean castañas o la carne sea carne, no me gustan que me disfracen los alimentos.
-Ahora se habla de la crueldad con la que se trata a las ocas para hacer el paté. ¿Cree que eso se podría solucionar?
-Es cierto que es muy cruel, pero toda la comida consiste en eso, en digerir a un ser vivo, sea animal o vegetal, ¿o es que no sufre un espárrago?
-Como lo oiga un vegetariano...
-Yo no creo que sea positivo comer sólo un tipo de comida como hacen los vegetarianos porque el ser humano, sobre todo su cerebro, necesita cuarenta o cincuenta nutrientes distintos para sobrevivir y eso no se encuentra en un solo tipo de alimentos. El único que los tiene es la leche materna, pero sólo sirve para cuando eres niño. La gastronomía existe porque necesitas esas variaciones alimentarias, por eso somos omnívoros.
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