China
Los cuatro kilómetros más peligrosos del planeta están entre las dos Coreas
En el mundo existen multitud de lugares en los que la vida humana no tiene ningún valor. Barrios marginales o territorios en guerra son algunos ejemplos donde la seguridad no existe. Encontramos en un tramo de cuatro kilómetros de ancho el caso más extremo: la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Bill Clinton la definió como «la zona más peligrosa del planeta». De un lado, barracones azules pertenecientes a la ONU y Corea del Sur. De otro, construcciones grises propiedad de las Fuerzas Armadas del vecino del norte.
El «puente de no retorno» y dos pueblos son los principales atisbos de vida en el terreno que separa Corea del Norte y del Sur, que se extiende a lo ancho por toda la península a través de una franja de cuatro kilómetros de ancho y 238 de longitud que ostenta el dudoso honor de ser la frontera más fortificada del mundo. Un espacio de ciencia-ficción pero que cuenta con una larga vida de historias reales.
La guerra de 1950-53 se zanjó con un alto el fuego que estableció una Zona Desmilitarizada alrededor del paralelo 38 norte, que aún hoy en día es defendida por soldados comunistas por un lado, y por las tropas de Corea del Sur y de los Estados Unidos por el otro. Pero hasta la fecha no se ha firmado ningún tratado de paz.
La frontera intercoreana cuenta con 1,2 millones de militares norcoreanos y 600.000 surcoreanos. Robots con infrarrojos controlan la zona. Si ya de por sí la línea divisoria era suficientemente inhóspita, Corea del Sur ha desarrollado unas torretas con cañónes con rayos infrarrojos, denominadas «Super aEgis II», con capacidad de disparar granadas y misiles tierra-aire.
Actúan ante el más mínimo movimiento que detecte en su campo de acción. Encuentra un objetivo de tamaño humano en plena oscuridad a una distancia de hasta 2,2 kilómetros gracias a su sistema de sensores, radar y cámara de calor. La réplica norteña fueron los misiles tierra-aire «SA-2» en su costa oeste, cerca de la frontera con Corea del Sur en el mar Amarillo, instalados el pasado mes de noviembre.
Sin ayuda humanitaria y con túneles
Corea del Norte rechazó en 2004, tras un grave accidente de tren, que la ayuda que envió su vecino del sur atravesara por tierra la frontera entre los dos países. Seúl consideró éste el medio más rápido y eficaz para hacer llegar, cuanto antes, comida y medicinas. Las cifras de la tragedia fueron 150 muertos y 1.300 heridos.
Existen cinco túneles en el área divisoria entre ambas naciones. Fueron creados para invadir Seúl. En el norte negaron haber sido los autores de los mismos y acusaron de su construcción a los del sur, aunque la dirección de las explosiones con las que se profundizó en los túneles demostró la autoría del régimen comunista.
Un desertor que huyó de Corea del Norte fue quien dio la voz de alarma a principios de los años setenta: el presidente Kim Il-Sung había ordenado que cada División del Ejército del Pueblo Coreano cavase al menos dos túneles que permitiesen una futura invasión del sur de la península. Podían ser atravesados por más de 30 mil soldados fuertemente armados en una hora.
Deserciones imposibles
Hace un año se produjo una curiosa deserción. Kang Tong Rim trabajaba en una granja de cerdos en Polgyo, en la provincia de Jolla del Sur. Antes, había trabajado para la compañía Samsung elaborando semiconductores. Pero la crisis económica le puso de patitas en la calle. ¿Su reacción final? Contrariamente a lo esperado, «desertó» desde Corea del Sur en dirección hacia el vecino comunista.
La Ley de Seguridad Nacional (antigua Ley Anti-comunista de Corea del Sur) prohíbe cualquier tipo de contacto con Corea del Norte, la creación de un partido comunista, tener libros de Kim Il Sung o cartas a los familiares si están en territorios del norte.
Los más de 1.400 kilómetros de frontera que separan al régimen comunista de su principal aliado, China, son el medio más frecuente por el que intentan escapar los ciudadanos norcoreanos. Sueñan con llegar a Corea del Sur a través de escalas intermedias en Shanghai y Hong Kong.
La región deja también lugar a historias menos violentas. El exhaustivo control en toda la región ha permitido el desarrollo de un hábitat virgen de fauna silvestre y algunas especies de animales en peligro de extinción.
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