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Aprender a escuchar por Paloma PEDRERO
Hablaba en mi anterior artículo de la dificultad que tenemos hoy en día para escucharnos unos a otros. Dificultad que nos hace sufrir, pues sin atención verdadera no existe comunicación, y sin comunicación no hay aprendizaje ni amor. Decía también que la escucha no ha de venir sólo a través del oído, que expresamos con todo el cuerpo y hemos de escuchar con todo él, que muchas veces, un gesto, un tono de voz o un movimiento de manos dicen más que mil palabras. Los últimos estudios en neuropsiquiatría, interesantísimos por cierto, nos dicen además que los instintos biológicos son clave para entender cómo estamos diseñados, y que el cerebro guía nuestros impulsos. Ya se sabe, gracias a la resonancia magnética, que los hombres y las mujeres tenemos diferencias significativas cerebrales, y que las hormonas nos condicionan desde la matriz. Somos diferentes, sí. Pero las mujeres no somos hombres limitados neurológicamente. Al contrario, tenemos el mismo nivel de inteligencia, pero funcionamos con otros circuitos que nos dotan, por ejemplo, de una mayor capacidad para la observación de las emociones. O sea, de la escucha en su globalidad. La gran cantidad de testosterona en los hombres les hace más impulsivos, más peleones, menos empáticos. Sin embargo, y dicho esto, tanto ellos como nosotras estamos en un momento de especial baja escucha, producto de una sociedad tan alejada de la naturaleza y el sentido común. Porque si lo que vale es acumular cosas, no hacen falta las emociones positivas, ni la empatía, ni la escucha, ni la generosidad; con la imposición y la fuerza intelectual tendremos suficiente. Pero las tan denostadas emociones son las que realmente debemos saber manejar para ser felices. Y si nos dejaran, las mujeres somos esencialmente maestras en esa tarea. Nuestros cerebros afectan poderosamente, sí, pero no dominan nuestra realidad. Porque el cerebro no es más que una máquina de aprender dotada de talento y no existe nada absolutamente fijado. Podemos usar nuestra inteligencia y determinación para cambiar los efectos de las hormonas en la estructura de nuestro cerebro, en el comportamiento y el destino. Hagámoslo con la escucha a los otros. Se aprende. Se puede.
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