España

Pásalo

La labor que le espera al candidato no es otra que intentar que lo que se anuncia como hecatombe se quede en una simple derrota 

La Razón
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Rubalcaba, antes Alfredo, y antes de antes Alfredo Pérez Rubalcaba, se va a presentar ante los electores como el futuro. Hay que reconocer que el candidato socialista tiene un gran sentido del humor. Si el poder se ejerce mediante los relevos generacionales como decía Felipe González, acabamos de asistir a una carrera de cangrejos que, aunque de verdad andan de lado, la imaginería popular decidió hace mucho tiempo que lo hacen hacia atrás. Hace unos años, en una comisión del Senado para hablar de la ley audiovisual, un joven e insensato del grupo socialista apeló a mi pasado refiriéndose a mi paso por la dirección general de RTVE.
Para regocijo de muchos de los asistentes le hice ver la diferencia entre pasado y vitae y el joven y aguerrido senador se quedó sin palabras para responderme. Pues bien, yo no dudo de que don Alfredo tenga un currículum, pero de lo que estoy seguro, yo y casi toda España, es de que tiene un pasado que no siempre ha sido cristalino. Su actuación, en compañía de otros que ya han empezado a hacerle la ola desde sus altavoces mediáticos, en aquellos horribles tres días de marzo, en especial durante la jornada de reflexión, fue cuando menos oportunista y creó un peligrosísimo precedente que casi volvemos a revivir el pasado 21 de mayo cuando, como ministro del Interior, permitió las concentraciones de los llamados «indignados» a pesar de que la Junta Electoral Central dictaminó, con toda claridad, que se trataba de actos ilegales. De los GAL al «Faisán», pasado por la paternidad, al menos compartida de la LOGSE, que ha convertido a muchos de nuestros jóvenes en unos ilustres ignorantes, hasta su indudable corresponsabilidad en las decisiones de Gobierno en la gestión de una crisis que nos está poniendo al borde del abismo, Rubalcaba tiene muy difícil pasar a limpio ese historial en cuatro o en nueve meses, dependiendo de cuándo se celebren las elecciones generales. Con los datos actuales la labor que le espera al candidato no es otra que intentar que lo que se anuncia como hecatombe se quede en una simple derrota, y para ello tiene que conseguir, al menos, un escaño más que Almunia en el año 2000, aunque no me cabe ninguna duda, conociendo su enorme capacidad para crear la ilusión, de que el humo es algo sólido, que su meta, a día de hoy, es evitar por todos los medios una mayoría absoluta de los populares. Y para eso necesita tiempo, por lo que su apuesta es la de agotar la legislatura. Porque en nueve meses la herencia recibida por los presidentes del PP en las comunidades autónomas y ayuntamientos arrebatados al PSOE en mayo pasado puede pasar factura al partido de Mariano Rajoy, ya que las decisiones impopulares ahora están en manos de Cospedal, Monago, Rudi o Zoido. Ya se encargará el eficacísimo aparato de propaganda socialista de conseguir, o al menos intentarlo, que sus errores se le atribuyan a los nuevos administradores del PP. En eso don Alfredo es imbatible. Pero los ciudadanos tienen que saber que se trata del Rubalcaba de siempre, así que, como él recomendaría, «PÁSALO».