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El conejo

La Razón
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Han entrado en veinte de sus madrigueras y todavía no lo han trincado. Me refiero a Gadafi, o mejor aún –gracias, Daniel Pipes–, a Mu'amar al Qadhdhafi, que después de 42 años de imponer su tiranía en Libia, se mueve de escondite en escondite. Se lee que los presumibles «rebeldes» han vencido. No es así. Los «rebeldes» le habrían durado a Gadafi tres cuartos de hora. Los que han triunfado han sido los europeos y la OTAN. Alain Juppé, el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, ha pronunciado una frase bastante divertida: «La meta de Alemania y Francia ha sido la misma: devolver a los libios la libertad». Queda bien, superada la sonrisa. Pero no hay que ser tan hipócrita. A Juppé, a los franceses y a los alemanes, la libertad –por ahora, quimera inalcanzable– de los libios, les importa un pimiento. Y sus vidas. Han estado negociando con Gadafi durante cuatro décadas. También nosotros, los españoles, que lo hemos recibido con los brazos abiertos, comprado su petróleo y vendido nuestras armas. La libertad de los libios se la pasan los franceses y los alemanes por donde ellos acostumbran a pasarse las cosas. La meta de Alemania y Francia ha sido la misma. El petróleo. Los llamados «rebeldes» –que todavía ignoramos quiénes son, hacia dónde van y qué pretenden–, han garantizado las ventajas comerciales a las naciones occidentales que han intervenido en Libia. España, modestamente, está entre ellas, pero no apuesto por una tajada considerable en el reparto del botín.

A Gadafi lo encontrarán, hoy, mañana o en quince días. Y los europeos mirarán hacia otro lado. No lo llevarán ante el Tribunal Internacional. Se lo dejarán a los llamados «rebeldes» para que lo ejecuten. Muerto el perro se acabó la rabia. Eso creen. En Libia se librarán de un asesino, pero esa liberación no traerá la libertad. Otra tiranía sucederá a la de Gadafi, en un principio más vigilada, y al cabo del tiempo tan dura y ladrona como la del conejo escondido. Mientras el nuevo Gobierno libio garantice el cumplimiento del pacto comercial, Francia, Alemania, España, Italia y los Estados Unidos mantendrán su amistad y apoyo. El día que falte un barril de petróleo, los europeos y americanos buscaremos la menor excusa para apoyar a otros rebeldes con el fin de terminar con los rebeldes de ahora, que dejarían de serlo inmediatamente.

Para mí, y lamento mucho pensarlo y atreviéndome a escribirlo, que libertad y Korán son incompatibles. Libertad y medievo, no son adaptables. Libertad y miseria no pueden sostenerse. En las naciones árabes y musulmanas, más de la mitad de sus ingresos se reparten entre unos pocos, un cuarto entre unos poquitos más, y el resto entre centenares de millones de personas.
Eso lo sabemos los europeos y los americanos, y siempre nos ha parecido aceptable por la lejanía, aunque en Marruecos tengamos los españoles una cercanía peligrosa. La derrota del Gadafi, el gran criminal histriónico, no significa la victoria de la libertad. Se trata de otro triunfo. El del petróleo asegurado y a buen precio. Lo de Juppé es una vaina. Con Siria no hemos sido tan escrupulosos, y el dictador sirio es tan asesino como Gadafi. La valoración de la importancia de los conflictos y las intervenciones la establece la seguridad del abastecimiento del crudo. Si mañana, en los territorios gobernados por los palestinos y los terroristas de Hamas se hallara una buena bolsa de petróleo, Israel, a pesar de su poder y de ser la única democracia en Oriente Medio, haría bien en temblar. Diría Juppé: «Para Francia y Alemania la meta es devolver la libertad a los palestinos de Hamas». Lo de siempre. Europa, esa gran puta. Caerá el conejo.