Atenas

Aniversario convulso

La Razón
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Las tormentas primaverales no le sientan nada bien a la efermiza salud financiera de Europa y si hace un año justo estallaba en Grecia el primer capítulo de una tragedia que obligó al rescate de su economía, ahora se produce una recaída que ha activado la alarma en los mercados. Los responsables de la eurozona buscan con cierta urgencia el remedio más adecuado para evitar el colapso griego, como rebajar los intereses de la deuda, pues hay una fuerte oposición a ampliar el fondo de rescate en al menos 20.000 millones, como pide Atenas. El hecho de que Standard & Poor's haya rebajado aún más la calificación de la deuda demuestra que las medidas tomadas hace un año no han sido tan eficaces como se esperaba y, lejos de robustecer la credibilidad en el euro, han mostrado el aspecto más endeble de la gobernanza económica de la UE. Ni que decir tiene que los nuevos cuidados paliativos que se apliquen a Grecia tendrán su correlato en Irlanda y Portugal, países que aspiran a mejorar sus compromisos de deuda. ¿Y España? Que la Bolsa española fuera ayer la más castigada dice bastante de las dudas que aún persisten sobre nuestra economía. En estos días se cumple un año de las llamadas que Obama, Merkel y Sarkozy, entre otros, hicieron a Zapatero para que tomara conciencia de la crisis y adoptara medidas urgentes para sortearla so pena de que el país fuera intervenido. El presidente reaccionó con prontitud y anunció varias iniciativas: reducir el déficit bajando el sueldo a los funcionarios, congelando las pensiones y subiendo los impuestos; sanear el sistema financiero para salvar a las cajas, endurecer las condiciones de la jubilación y reformar el mercado laboral. Sobre el papel, la panoplia de medidas parecía suficiente para calmar la ansiedad de los mercados y relajar la presión de Bruselas. Pero el camino no ha sido fácil y pese a los esfuerzos por marcar distancias con Grecia, Irlanda y Portugal, España no ha logrado disipar totalmente las dudas, razón por la que las sucesivas colocaciones de deuda han sido notablemente más onerosas que hace tan sólo un año. De puertas adentro, las medidas no han servido para reactivar la economía, ni para crear empleo, ni para estimular el crédito, ni para revitalizar el consumo. Más aún, los inversores observan con cierta desconfiaza las reformas que no terminan de cuajar, en especial la del mercado de trabajo y la financiera. Tampoco gusta en Bruselas el modo en que se está atajando el déficit, pues se considera que las administraciones autonómicas no están realizando el esfuerzo necesario, lo cual obligaría a otra subida de impuestos. ¿Cómo nos afectará el agravamiento de la crisis griega? Por más que el Gobierno de Zapatero se empeñe en que la crisis no aparezca en la campaña electoral, lo cierto es que si no le da otra vuelta de tuerca a sus tímidas reformas estructurales, no tardarán en aparecer los oportunistas para jugar a la contra y apostar por la intervención de España. Nuestros socios y los mercados necesitan un plus de confianza, pero la única forma de ganarla es culminando un nuevo marco laboral y un plan de austeridad fuera de toda sospecha. De lo contrario, es probable que Obama vuelva a llamar.