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Cataluña

La rectitud de Fraga por Eduard Escartín

La Razón
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La faceta pública de este político español ha sido bien tratada, al menos en exhaustividad, aunque no siempre con justicia en los medios de comunicación mediante coloquios, artículos de opinión, baterías de declaraciones, etc.

En su vida política tuvo aciertos y errores, más con las personas que con la acción política. Fue una mezcla de coherencia y realismo que le hizo evolucionar al compás de los tiempos, lo más opuesto al inmovilismo reaccionario y a las rupturas iconoclastas de otros.
Humanamente, Fraga, debajo de una apariencia avasalladora, escondía una gran cultura, una exquisita sensibilidad y una cortesía ejemplar. Habiéndole enviado un pasaje de las «Memorias» de Andreotti que lo cita a fines de los años cuarenta como un joven político español partidario de abrir el régimen, desde entonces me enviaba su felicitación anual manuscrita. Un detalle que dice mucho de él.

Fraga, más que recto, era rectilíneo. Católico convencido, aplica en su vida matrimonial y en la educación de sus hijos lo que la Iglesia manda y que él aprendió de unos padres honrados en una familia de 12 hijos.

Obtuvo todo lo que fue por su gran esfuerzo y dedicación, por lo que exigía también a los demás, como mínimo, que tuvieran igual comportamiento. Y no digamos su austeridad de vida y su desinterés por lo crematístico como buen servidor público.

Fraga representó a numerosos españoles que piensan que muchos valores del régimen anterior, pero no exclusivos, podían ser defendidos en la democracia.