Artistas

Un hombre del espectáculo por Enrique Miguel RODRÍGUEZ

La Razón
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Ha muerto Luis Sanz. A la mayoría este nombre seguramente no le diga nada. Luis fue, sin lugar a dudas, una de las personalidades más importantes en el mundo del espectáculo en los últimos 50 años. Empezó de representante de artistas, que se decía antes. Lo de manager vino más tarde. Al poco tiempo de comenzar este trabajo, ya representaba a estrellas como Lola Flores o Carmen Sevilla. No se conformó con eso; sabía tanto del teatro, del cine; tenía un olfato para descubrir el talento, además era un gran maestro de artistas; les enseñaba a estar, a moverse por los escenarios, a que siempre tuviesen un aire de estrellas. Lo dicho, con tanto dentro de su cabeza, empezó a producir espectáculos. A su descubrimiento más querido, Rocío Dúrcal, le dedicó mucho tiempo y dinero. La hizo una estrella. Con la película «Las leandras» consiguió el mayor éxito artístico y económico con la Dúrcal. Cuando Rocío se casa con Junior, éste se hace cargo de los asuntos de su mujer, a la que no le saca partido. Casi termina con su carrera. Otra Rocío se cruza en el camino de Sanz, la Jurado. La termina de modelar y le monta un gran espectáculo teatral, «Fiesta», que la catapulta a la categoría de gran estrella. Con las dos Rocío sufre un alejamiento, con el tiempo retorna a la amistad. La muerte de ambas fue un durísimo golpe que no terminó de superar. Como productor de cine, además de las once películas con Dúrcal, tuvo enormes éxitos, debido a su inmensa listeza para entender al público. Además era un productor a la americana, de los que prácticamente dirigían sus películas. «Casa Flora»; «La cosas del querer 1 y 2», las dos entregas arrasaron en España y toda Hispanoamérica; «La corte del faraón», con una deslumbrante Ana Belén. Incluso fue contratado por Víctor Manuel, para dirigir su primera y única película en la que no fue productor, «Yo soy esa», debut en el cine de Isabel Pantoja. Ya prácticamente retirado oyó un día a una niña y fue su última gran obra, Pastora Soler. Era divertido, irónico, brillante; en su vida cotidiana, como todos los grandes, era temible cuando le salía la Bette Davis que todos llevamos dentro. Lo dicho, un grande del espectáculo.