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Con confianza por Marta Robles

La Razón
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En 1961 comenzaron a implantarse prótesis mamarias. Desde ese momento, millones de mujeres han recurrido a ellas, tanto después de una mastectomía, debida a algún tipo de tumor, como para reducir sus complejos o, simplemente, obtener un mejor aspecto que contribuyese a aumentar su autoestima. Desgraciadamente, desde aquel 1961 hasta ahora, y sabiendo que las operaciones de aumento mamario figuran entre las que más satisfacciones producen, miles de poco escrupulosos médicos y negociantes se han aliado para abaratar los costes de las prótesis y ofrecer algunas menos seguras. Sin embargo, pese a la alarma generada hace poco por las de la marca PIP, y anteriormente por algún otro modelo, lo cierto es que las estadísticas, en general, ofrecen un grado de seguridad fuera de lo común, incluso dentro del conjunto de las operaciones estéticas. Que actualmente se esté relacionando a las prótesis de la marca denunciada, que, tras años de realizarse con silicona médica –mucho más pura–, comenzaron a rellenarse con silicona industrial, no tiene ninguna base científica demostrada. Los profesionales de más prestigio y relevancia, aquellos a los que hay que recurrir para lograr el mejor de los resultados, insisten en que la silicona no ofrece tal riesgo… Pero sí otros muchos, claro, cuando quien la implanta, aun siguiendo los protocolos médicos autorizados, no es un cirujano con la titulación debida y la experiencia probada. Conclusión: para quien las necesite o las quiera, prótesis sí, pero como quien evita la ocasión evita el peligro, sólo colocadas por manos de absoluta confianza, que nunca querrán sacar unas perras más a costa de la seguridad de sus pacientes.