Casa Real

Más que amor una cuestión de Estado por César VIDAL

El matrimonio de Alfonso XII y María Cristina se convirtió para el primero en una obligación que cumplir

El rey Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorena
El rey Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo-Lorenalarazon

María de las Mercedes de Orleáns, la primera esposa de Alfonso XII, había muerto el 24 de junio de 1878, dos días después de cumplir los dieciocho años. A pesar de sus amoríos con Elena Sanz, una cantante de Castellón, la noticia sumió al rey en un profundo dolor, pero la estabilidad del régimen exigía que se casara nuevamente y tuviera un heredero. La elegida fue María Cristina de Habsburgo-Lorena, y la boda se celebró en 1879. Como había sucedido con María Tudor y Felipe de España, el amor circuló únicamente en una de las direcciones.

Para María Cristina, Alfonso XII era el hombre soñado: simpático, culto, atento, apuesto y joven. Incluso España, a pesar de su decadencia durante el siglo XIX, seguía siendo una potencia colonial de cierto nivel que mantenía posesiones en cuatro continentes. Para Alfonso XII, por el contrario, aquel matrimonio no pasaba de ser un asunto de Estado. María Cristina –doña Virtudes, como empezó a motejársela por su rigidez– constituía sustancialmente una obligación que debía cumplir. Si con la anterior reina había sido un secreto a voces sus relaciones con la contralto Elena Sanz, ahora los lances se multiplicaron, incluyendo a figuras como Adela Borghi. La reina se limitaba a soportar las infidelidades del monarca acosando a los distintos ministros para que, por vía indirecta, expulsaran de la vida regia a aquellas mujeres. En ese sentido, María Cristina demostró ser una mujer tenazmente vengativa que no cejó en su empeño ni siquiera tras quedar viuda.

El matrimonio duró poco. Alfonso XII cayó enfermo como consecuencia de las aguas fecales que envenenaban el servicio de palacio –y no, como se ha dicho tantas veces, a causa de visitar a unos enfermos víctimas de una epidemia en Aranjuez– y pronto quedó de manifiesto que se hallaba a un paso de la muerte. La desgracia llegaba en situación delicada porque la pareja no contaba con ningún heredero aunque la reina sí se hallaba en estado de buena esperanza. La leyenda dice que Alfonso XII convocó a su regia esposa junto a su lecho y le resumió en un consejo lo que debía ser su política como regente: «Cristinita, guarda el coño y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas». En otras palabras, si María Cristina deseaba ver a su hijo en el trono tenía que cumplir dos requisitos. El primero era evitar a toda costa cualquier tipo de leyenda sobre su castidad. Los rumores al respecto –debió pensar Alfonso XII– le habían costado la corona a Isabel II, su madre. El segundo no era otro que mantener el sistema de alternancia de partidos que caracterizaría el régimen de la Restauración. María Cristina no debía pensar en innovar sino en asentar un sistema bipartidista.


La fecha: 1885
El 25 de noviembre falleció Alfonso XII. Su viuda cumplió más que airosamente la tarea que le había sido encomendada y, de no haber sido por el desastre de 1898, que tuvo, entre otras consecuencias, el surgimiento del nacionalismo catalán, su regencia habría sido uno de los períodos más felices del agitado siglo XIX español. María Cristina siguió el postrero consejo del Rey y mantuvo la alternancia durante su período de regencia, siete años, hasta 1902, cuando Alfonso XIII cumplió la mayoría de edad. Bajo el reinado de su vástago comenzó el naufragio del turnismo y el nuevo monarca apoyó la dictadura de Primo de Rivera.