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Sevilla

OPINIÓN: Gángsters de atrezzo

La Razón
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El atraco fallido a la joyería Shaw, en las mismas puertas del hotel Inglaterra, pareció el epílogo de la presentación del libro de Alvite. Una escena de cine negro, la gran inspiración del periodista gallego, en un decorado acaso adecuado para un remake de «La Lola se va a los puertos». Porque en el centro de Sevilla, muerto en vida por intercesión del famoso «modelo de ciudad» de Monteseirín, si algo sobra son flamencas de cartón-piedra y si algo escasea son locales donde aguardar tranquilamente el alba. Son los riesgos de convertir el casco antiguo en un parque temático que deviene en ciudad fantasma en cuanto los turistas se acuestan. Los sevillanos son extremos: no conciben una copa sin botellón y así ponen a las autoridades ante la complicada tesitura de reprimir a quien disfruta de un gin-tonic en un velador o tolerar a una horda itinerante de borrachos vociferantes que convierten cualquier callejón en un arroyuelo de meados. Ni siquiera eran de verdad las pistolas que esgrimieron los dos delincuentes de la Plaza Nueva. Pura Sevilla, en la que no hay que ser sino parecer y en la que nada merece atención si no media una escandalera de envergadura. La ciudad de las apariencias.