Aborto

Aborto terapéutico por Martín Prieto

No es una simple cuestión semántica: el aborto no es un derecho, a no ser que una amputación sea un derecho. Con las medidas anticonceptivas que existen, lo que hace falta es más educación y menos adoctrinamiento

Aborto terapéutico por Martín Prieto
Aborto terapéutico por Martín Prietolarazon

En cuanto la posición socialista recomponga sus trozos perdidos y se yerga como si su Estalingrado electoral sólo hubiera sido una incruenta pelea de barrio, el aborto volverá a emerger como una cuestión de debate sanguinario y esencial para España. De hecho, ya han comenzado las primeras escaramuzas y ante el propósito gubernamental de volver a poner las cosas más o menos donde las había dejado Felipe González, Rubalcaba, el «Monje Negro» de la política española, ya ha dictaminado que se hace retroceder a la mujer treinta años y dos siglos al conjunto de la sociedad española. El PSOE se está cayendo de un guindo y no se tomó la molestia de leer el programa electoral del PP, donde se establece con toda claridad que la ley del aborto sería revisada. Deberían espantarse igualmente otros partidos derechistas como el PNV (Vaticanista) o Convergencia y Unió (Unió Democrática es la democracia cristiana catalana), pero no pían porque con lo que legisle el PP lo más que harán será abstenerse con la sonrisa emplumada del gato que se comió al canario.

El aborto no es un derecho, a menos que también lo sea la amputación de un pie. El aborto es siempre una desgracia que suscita problemas terapéuticos, debe ser tratado como un problema médico, gratuitamente, en la Seguridad Social universal. Felipe González, que no era un reaccionario recalcitrante, tardó dos años, en la primera de sus consecutivas mayorías absolutas, en llevar el aborto al Consejo de Ministros. Fue una ley de plazos, bastante generosa, con un último referente a las consecuencias psicológicas y hasta a las condiciones sociolaborales de la embarazada: lo que realmente se aprobó fue un coladero, desarrollándose una industria privada y subvencionada de clínicas abortistas.
Con eso fuimos tirando, pero Rodríguez Zapatero tenía que alcanzar la estratosfera, confundiendo la conjunción de los astros con las relaciones intersexuales, ampliar el aborto no terapéutico a las menores de edad sin el menor consejo familiar, de un juez de menores o de un defensor del menor, ampliándolo todo con la venta indiscriminada y sin receta de la «píldora del día después» que no es otra cosa que una píldora abortiva. La píldora tal es en realidad una bomba de estrógenos y las menores con escasa información ginecológica tienden a usarlas como píldora anticonceptiva, llegando a tener problemas tumorales o de infertilidad tras un uso prolongado. Si este guiso favorece a las mujeres que baje Dios y lo vea.

La propaganda socialista aduce que se va a restringir la atención a las embarazadas con fetos malformados, con peligro para su salud o incluso incapaces de asumir la maternidad por razones psiquiátricas o económicas. Alrededor de la mesa de un aula deberían reunirse chicos y chicas y un educador sanitario enseñando a todos el acreditado invento del Doctor Condón, la píldora anticonceptiva, la píldora del día después, el DIU, los parches anticonceptivos, inyecciones mensuales de estrógeno y progesterona, todo lo eficaz menos apearse en marcha.

Especialmente las muchachas disponen de un arsenal anticonceptivo fácilmente asequible que evita el embarazo no deseado. Esto es educación sexual, pero dudo de que se enseñe seriamente en las escuelas. El aborto lo practicaban brujas y parteras desde tiempo inmemorial provocando carnicerías sin cuento. Gracias a los avances de la ginecología esto es otra cosa y no habrá mujer en España que retroceda 30 años por mucho que lo sospeche Rubalcaba. En realidad lo que va a hacer el Gobierno es mejorar la ley socialista que ya teníamos, evitando que se subasten en las puertas de ciertas clínicas los certificados prefirmados por psiquiatras sobre la inconveniencia de continuar adelante con el embarazo, sobre todo en adolescentes. La ministra Ana Mato quiere desde Sanidad devolver la píldora abortiva a su condición estrictamente médica: no es una aspirina. Un ginecólogo de guardia amigo mío recibió junto a dos amigas a una muchacha reclamando esta bomba atómica contra el óvulo porque había tenido una relación que consideraba impropia. Mi amigo tras explorarla la dijo que no le recetaba nada.

-¿Por qué?
-Porque está usted más sana que yo, y si llegara a estar embarazada eso no es una enfermedad.