España
Como unos nuevos ricos
España es un país maravilloso, capaz de acometer las gestas más extraordinarias pero también de caer en la postración y la melancolía. Ése el estado en que se encuentra. Hemos pasado de creernos capaces de comernos el mundo –y con Zapatero alardeando de que superaríamos a Italia– a la situación actual, en la que sólo hablamos de la crisis. Durante muchos años vivimos con los fastos propios de un nuevo rico con los pies de barro. El típico especulador bursátil que veía cómo crecía artificialmente su fortuna hasta que un día se desmoronaba como un castillo de naipes. España es una de las naciones más importantes de la historia de la Humanidad. No es la primera vez que afronta con éxito retos mucho más difíciles. La desmesura del Estado de las Autonomías es una muestra de esa actitud de nuevos ricos que ha conducido a una estructura insostenible. No se trata de recuperar un modelo centralista, que sería tan absurdo como inconstitucional, sino de ajustar su estructura y gastos dentro de la racionalidad que demanda la sociedad española.
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